Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que, con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros. 2 Corintios 1:12 RVR1960
Queridos amigos, los falsos maestros y falsos profetas han puesto un velo de desconfianza en mucha gente, y a pesar de ello, consiguen engañar a muchos otros.
Las personas suelen desconfiar de quienes se les acercan para transmitirles la palabra o de aquellos que los invitan a participar de alguna congregación los domingos. Y no lo hacen sin justa razón, pues se sabe de muchos casos en los cuales las víctimas fueron esquilmadas por pseudo pastores, que no buscaban nada más que el beneficio propio.
Se aprovechan de la credulidad inocente para hacer caer en su trampa a la cantidad más grande posible de incautos. Y cuando se les pregunta de dónde tienen tanto, si sólo son representantes de Dios, el argumento que esgrimen es que todo lo que tienen se los habría dado su maravilloso Señor.
Existe una gran cantidad de charlatanes, que no son otra cosa que lobos disfrazados de ovejas. Se valen de la verborrea para enredar, haciendo uso de medias verdades, que no son otra cosa que falsedad.
La Biblia es un libro divino escrito por humanos bajo inspiración del Espíritu Santo, y contiene sabiduría de lo alto, sin embargo, con un poco de imaginación y maldad se puede tergiversar las Escrituras para sacar provecho de ellas, usándolas como parte del engaño, especialmente en aquellos que no se ocupan de conocer el verdadero mensaje de Dios.
Los falsos maestros se sustentan especialmente en las promesas del Señor, que obviamente nunca llegan para los impíos, además en muchos casos prometen prosperidad y sanidad, especialmente si sus seguidores cumplen al pie de la letra con sus instrucciones.
Los casos de engaño son comunes, y cada vez más se observa a líderes evangélicos inmersos en la política, como si fuesen los salvadores de la patria, demostrándose que siguen siendo ciudadanos de este mundo. Situaciones que están absolutamente alejadas de los principios que los creyentes genuinos manejan o deben manejar.
Otro bastión del engaño es el diezmo. Los falsos maestros manejan con excelencia a sus súbditos, quienes crédulos y obedientes les entregan lo que según ellos (los engañadores) es de Dios. Creo firmemente que todo pertenece a Dios y que somos meros administradores de lo que Él nos da, sin embargo, el tema del diezmo es delicado, y considero, que es un error diezmar o pedir diezmos, porque no corresponde a esta dispensación que estamos viviendo.
También creo con firmeza en que hay que dar con liberalidad, pero con inteligencia, ojalá con el discernimiento que viene de lo alto. Y si alguien te pide algo no dejes de dárselo, si está a tu alcance.
El creyente verdadero anhela la rectitud, además busca la verdad y la justicia de Dios con ahínco. Eso no lo ve ningún impío, y por las maquinaciones de Satanás, que se ven reflejadas en los actos de los falsos profetas y maestros, los incrédulos son llevados a sospechar de las buenas intenciones de los verdaderos convertidos.
Incluso los espirituales que todavía se alimentan de leche espiritual pueden propender a desconfiar. Y precisamente eso estaba sucediendo en la iglesia de Corinto. Había quienes estaban tratando de desacreditar al apóstol Pablo haciendo uso de calumnias. Para difundir sospechas es suficiente sembrar la semilla de la duda, basta con manifestar que hay algo más por detrás, y las habladurías corren.
Lo que el creyente puede hacer, es lo que hizo Pablo. Él desmintió las acusaciones manifestando que desde su conversión se había conducido bajo la verdad y justicia de Dios, caminando en santidad. Un santo, como es todo convertido genuino, no se animaría a que su conciencia lo acuse, menos lo hubiera hecho el apóstol.
Alguien que alimenta su espíritu con alimento sólido espiritual y que camina en santidad puede gozarse en la gracia que Dios obra sobre él. Estoy seguro que Pablo se examinaba a sí mismo si estaba en la fe; se probaba a sí mismo. Como creyente verdadero se conocía a sí mismo, que Jesucristo estaba en él, de ninguna manera estaba reprobado (2 Corintios 13:5).
A partir de dicho conocimiento podía afirmar, que, con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, se había conducido en el mundo, y mucho más con sus hermanos en la fe. Su testimonio era tan verdadero que podía gloriarse en él.
Si actuamos y vivimos bajo el mismo principio de gracia de Pablo, podremos gloriarnos de igual manera, sabiendo que toda la gloria es de Dios. El mundo o quien sea podrá sospechar todo lo que quiera, pero nuestra conciencia estará limpia. Puede que caigamos en algunas ocasiones, y así será, pero nadie podrá juzgar nuestras intenciones por actos aislados.
Les deseo un día muy bendecido.