He jurado por mí mismo, con integridad he pronunciado una palabra irrevocable: Ante mí se doblará toda rodilla, y por mí jurará toda lengua. Isaías 45:23 NVI
Queridos amigos, si hace 12 años en mi posición de ateo o incrédulo me preguntaban: ¿Qué religión escogerías, si estuvieras obligado? Mi respuesta espontánea habría sido: el budismo.
Cuando no se tiene ojos para ver se responde con la limitación de la ceguera. Es como si a un ciego le preguntasen: Si tuvieras la opción de escoger, ¿escogerías un auto verde o azul? Además de demostrar ser sabio en mi propia opinión manifestaba una necedad recalcitrante.
Apenas tenía una noción de la mencionada religión oriental, pero ver a sus monjes tan “alejados” del mundo, me impactaba porque pensaba que se encontraban en esferas superiores de espiritualidad. Cuán lejos de la verdad estaba.
Gracias a la misericordia y gracia del Padre celestial pasé por arrepentimiento y conversión, fui regenerado en espíritu y comencé a ver las cosas que antes había tenido veladas. Poco a poco pude discernir mi condición caída y que no soy merecedor de nada, sino de castigo por mi inconmensurable afrenta a la santidad de Dios a través de mi gran cúmulo de pecados.
También me di cuenta de que a pesar de declararme ateo, estaba sometido a diferentes ídolos, tales como el dinero, el éxito, el hedonismo. Sin saberlo adoraba a dioses falsos, que además me tenían bajo su dominio. Me daría cuenta tiempo después de haber comprendido que los ídolos no solo son de madera y yeso.
Otra verdad que pude aprender a partir de contar con ojos para ver, es que como yo, existen muchísimos más. Condición que no me sirve de consuelo sino más bien de aliciente para hablar a otros de mi testimonio y predicarles el Evangelio.
El profeta exhortó a la nación para que se acercase a Jehová, yo exhorto a quienes puedo a reconocer a Jesucristo como Señor y salvador, esperando que el poder de la palabra de Dios obre. Sin el conocimiento del Evangelio es imposible discernir que Cristo Jesús es el único capaz de salvar al perdido. La única ayuda efectiva viene del Salvador, sin cuya intervención nadie puede ser perdonado de sus pecados.
Si por el poder del Evangelio las almas perdidas son conducidas al señorío de Cristo, también esas rodillas serán dobladas en genuina sumisión y obediencia, para reconocer que Él es el único digno de alabanza y de toda gloria.
Sin embargo, en adición a la condición caída del hombre natural, Satanás, el dios de este siglo, se ocupa de cegar el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del Evangelio (2 Corintios 4:4). Esto hace que muchos continúen en sus prácticas religiosas o áreas de confort de siempre, sin poder o querer levantar la vista para ver el horizonte verdadero, condición que mantiene a los pecadores impíos alejados de la causa de Jesucristo.
Lo bueno es que nadie se puede resistir al poder del Evangelio que es poder de Dios, incluso si estuviere bajo el dominio del peor pecado o del más poderoso de los ídolos. El profeta Isaías lo confirma: así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié (Isaías 55:11).
Debemos tener la plena certeza de la veracidad de Dios. Ya lo escribió Moisés bajo inspiración del Espíritu Santo: Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Números 23:19).
Por tanto, aquello que Él juró por mí mismo, y que con integridad pronunció palabra irrevocable, se cumplirá con toda certeza: Ante Él se doblará toda rodilla en el nombre de Jesús de los que estén en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra, además toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:10-11).
Todos los que contra Él se enfurecieron ante él comparecerán y quedarán avergonzados (Isaías 45:24) reconociendo su señorío y pidiendo perdón de rodillas. En tanto que, todos los creyentes se regocijarán en Él como su hermano y amigo, conscientes de que tan magnánimo otorgamiento no quita su condición de siervos de su Señor.
Nadie podrá decir que no le conoce, entonces, ¿por qué resistirse ahora? Caminemos con Cristo, amando y obedeciendo sus mandamientos.
Les deseo un día muy bendecido.