Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto. Levítico 26:3-4 RVR1960
Queridos amigos, cuando los empleados públicos son posesionados terminan el acto de posesión con un juramento y como parte final de él suelen decir «que Dios y la patria me lo demanden».
Eso implicaría que cualquier ciudadano en una democracia podría demandarlos por algún delito, el problema es cómo demostrar los famosos delitos de guante blanco. Por otro lado, cuando la patria les demanda cuentas, se consideran perseguidos políticos.
El humano puede ser muy hábil para encubrir sus delitos y que nadie o muy pocos se enteren, de forma que no exista ninguna consecuencia, porque nadie vio nada.
Cuán diferente es la realidad ante los ojos de Dios, Él ya sabe qué es lo que hará cada uno de nosotros, por lo tanto, es imposible encubrir algo de Su vista y conocimiento.
Nadie podrá argumentar ser inocente cuando Jesucristo vuelva a juzgar al mundo. Hay gente culpable que con mucha habilidad consigue que se la declare inocente y existen otros que se venden tan bien que nadie les cree culpables. Todos éstos serán reprobados porque Jesucristo les conoce a la perfección, por lo que es imposible que le puedan engañar.
Para Dios no existen medias tintas, se obedecen o se desobedecen sus mandamientos, Él solo da dos alternativas.
La advertencia a la gente del Antiguo Testamento fue repetitiva, no obstante tanta paciencia, el resultado final fue que en resumen incumplieron muchísimo más de lo que cumplieron.
La dureza del corazón humano es tal que no entiende las cosas de Dios, sino ¿cómo podríamos entender el autoengaño de la gente de querer adorar objetos de madera, piedra y yeso?
Los que vivimos en estas épocas debemos tener mucho cuidado en elevar juicio ante tal comportamiento, porque muchos de nosotros somos merecedores de la misma advertencia de Dios, es indiscutible lo embelesados con ídolos modernos (dinero, éxito, imagen, seguridad, reputación, deportes, salud física, e.o.) que muchos estamos, poniendo al Señor en segundo y hasta tercer plano.
Tengamos muy en claro, que si damos mayor importancia a cualquier cosa primero que a Dios, se trata de pura idolatría.
Cuando buscamos satisfacer lo sensual, es decir lo que deseamos, más que lo que de verdad necesitamos, estamos persiguiendo los ideales de dioses falsos. ¿Alguno de nosotros podrá decir, «yo tiraré la primera piedra»?
La diferencia entre el pueblo de Israel de los tiempos del Antiguo Testamento con nosotros es que Dios tenía una relación con un pueblo, si el pueblo era obediente era bendecido con recompensas, caso contrario recibía merecido castigo, la relación actual con Dios es personal.
El Señor se comprometió con Israel en darles bienestar terrenal en la medida en que se alejara de toda idolatría y mantuviera el respeto por Sus preceptos y decretos. Vemos que las bendiciones estaban directamente relacionadas a su vida en este mundo y que se trataba de beneficios para todo el pueblo.
Desde la venida de Jesucristo, Dios ha generado una relación individual con cada uno de sus hijos, quienes primero han tenido que ser bendecidos con la maravillosa gracia para posteriormente ir recibiendo otras bendiciones de carácter espiritual, las cuales están aseguradas a través de las diferentes promesas del Creador.
Vivamos agradecidos y gozosos por todo lo que Dios da a sus bendecidos hijos, quienes ahora son su pueblo. No olvidemos de buscar ser obedientes con todas nuestras fuerzas, mente, corazón y alma.
Les deseo un maravilloso día guiado por Jesucristo.
«y si desdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto, yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura, que consuman los ojos y atormenten el alma; y sembraréis en vano vuestra semilla, porque vuestros enemigos la comerán.” Levítico 26:15-16 RVR1960