Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo. Éxodo 19:8 RVR1960
Queridos amigos, hace poco tiempo hubo una marcha en Bolivia demostrando el descontento de la gente por el accionar del gobierno, especialmente por querer «imponer» un periodo más del actual presidente. Le pusieron el nombre de marcha por el «no». Si bien todos declaraban al unísono que estaban totalmente de acuerdo con el «no» la reelección, las motivaciones en sus corazones eran muy diferentes.
Unos estaban ahí porque el gobierno les afecta directamente, otros por la convicción de una visión democrática, otros por detractores de oficio, incluso habían personas que demostraban por el odio racial contra el presidente y su entorno y probablemente no faltaron los disidentes.
El pueblo hebreo había visto las maravillas de Dios durante su estadía en Egipto y también durante su espectacular salida, sin embargo, todo eso no fue suficiente como para desarrollar un sentido a favor de Dios, apenas sintieron la ausencia de Moisés, durante el encuentro que él tuvo con Dios en el monte por cuarenta días y sus noches, que le pidieron a Aarón hacer un becerro de oro. Vemos con total claridad dónde estaba puesto su corazón, nada menos ni nada más que en la idolatría a un animal de fundición.
Constatamos, pues, que el ver y vivir las maravillas de Dios no fue, para nada, suficiente como para que los corazones de estos hombres y mujeres se inclinaran hacia el Yo Soy, Dios Todopoderoso de todo el universo. La Palabra no especifica cuántos fueron fieles a Jehová, en mi criterio no fueron muchos por la forma en que el pueblo se comportaba.
Moisés en su ira redujo a polvo el becerro de oro, lo puso en agua y obligó a la gente a beber dicha mezcla. El mensaje era claro, «trágate el mal que has hecho».
Después de haber pecado de manera repetitiva parecía que el pueblo finalmente había entrado en razón, porque la Palabra cuenta que respondió a una que serían obedientes a todo lo que Jehová había dicho. Moisés le refirió o comentó a Dios sobre este notable hecho.
Ha debido ser impresionante ver a un pueblo de más de un millón de personas decir al unísono, sí seremos obedientes. Entusiasmaba por demás el motivo por el cual todos estaban de acuerdo, Dios les ofrecía ser su especial tesoro sobre todos los pueblos si oían su voz y guardaban su pacto.
También en este caso las motivaciones para asentir todos a una han debido ser diversas. Una vez más me arriesgo a imaginar que muy pocos tenían su motivación puesta en el amor verdadero por Dios, dado que esa es la motivación que lleva a anhelar a ser obediente y su motor para ser obedientes era convertirse en el tesoro especial de Jehová.
Eso mismo sucede en estos días en las congregaciones donde las personas asisten por diferentes motivaciones, ya sea que buscan consuelo, ayuda, escapar de la soledad, un milagro, orientación o asesoría, etc. La motivación verdadera es buscar a Dios con amor, porque Él nos amó primero.
Podríamos preguntarnos, ¿cómo hace Él para amarnos si somos como somos y Él es perfecto? ¿Cuánta dosis de misericordia se necesita para perdonarnos?, siendo nuestro pecado tal que solo somos merecedores de juicio y castigo, sin embargo Jesús muere en la cruz para que podamos ser perdonados. Que nuestra motivación de anhelar profundamente la obediencia este dada por nuestro amor genuino por Dios y por nada más.
Que Dios les bendiga con su gracia.