El que es de Dios escucha lo que Dios dice. Pero ustedes no escuchan, porque no son de Dios. Juan 8:47 NVI
Queridos amigos, si en la mente y en el corazón del hombre no hay nada habilitado para responder positivamente a la voz de Dios, será imposible esperar que Su Palabra sea oída. Y viceversa, siempre y cuando haya esa condición esencial (la presencia de un espíritu regenerado) la Palabra será recibida positivamente en la mente y en el corazón.
Al espíritu regenerado del hombre lo acompaña el Espíritu de Dios, el cuerpo del convertido se convierte en templo del Espíritu. Por lo tanto, a menos que el Espíritu Santo more en el hombre, es decir, esté en su corazón y tenga influencia sobre sus ojos y oídos espirituales, éste no podrá reconocer la verdad de Dios, aunque ésta esté brillando manifiestamente delante de su ser.
La condición caída de pecado del hombre lo convierte en insensible a las cosas de Dios, unido a la condición de no desear aceptar a Dios mismo. El hombre natural le cierra su corazón a Dios de manera voluntaria, hasta tal punto, que es incapaz de ver la verdad más evidente, no puede captarla y menos apropiarse de ella.
Jesús argumentaba ante los judíos y les decía, que su ceguera espiritual les hacía seguir sus propios caminos guiados por ideas de su propia cosecha. Su dureza de corazón impedía el ingreso del Espíritu en sus corazones, motivo por el cual no podían reconocer y menos aceptar sus palabras.
Tanto los religiosos judíos, como la gente del mundo actual se aferran a sus propias ideas de cómo debe ser Dios en vez de mirar a Dios tal como es en verdad. Su falta de visión espiritual no les permite ver más allá de sus propias narices, sin importar su nivel de religiosidad. Caminar por los propios caminos implica estar descarriado de tal manera que Dios no se encuentra presente, se ha perdido a Dios en toda su perspectiva.
Los judíos religiosos deseaban servir a Dios (hasta cierto punto), en tanto que, el hombre del mundo actual desea ser servido por Dios. Los primeros se encontraban en la desesperada situación de querer servir a un Dios que no conocían y los segundos esperan ser atendidos por un Dios que no conocen.
Jesús estaba retando a la audiencia a ponerlo a prueba, pues les hizo las siguientes preguntas: ¿quién de ustedes me puede probar que soy culpable de pecado? y si digo la verdad, ¿por qué no me creen? (Juan 8:46). Aceptar el desafío de Jesús de ponerlo a prueba resulta muy peligroso para muchos, y quienes se animan a ponerlo a prueba se sorprenden con lo que descubren, y quieren huir, porque no están dispuestos a creer.
La voluntad revelada por Dios para la salvación de los hombres a través de Jesucristo es la única verdad, y a esta verdad se oponían los judíos y se siguen oponiendo la mayoría de los habitantes de este mundo.
Satanás se opone a la Verdad y se ocupa de enceguecer a la humanidad con sus mentiras, él es el autor de todas las falsedades como padre de mentira. Lo que él pone en la mente del hombre natural es para destruir su alma. Es tan hábil en su arte de mentir que consigue que lo malo sea visto como bueno, y lo bueno como malo.
Es tan experto mentiroso que promete libertad en el pecado, haciéndoles creer a los impíos que la libertad consiste en hacer lo que uno quiere, condición que suele estar acompañada de orgullo, soberbia, lujuria, malicia y excesos de todo tipo.
Quiera darnos Dios ojos y oídos para ver y oír la verdad del Evangelio.
Les deseo Un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.