Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo, y guardare todos mis estatutos e hiciere según el derecho y la justicia, de cierto vivirá; no morirá. Ezequiel 18:21 RVR1960
Queridos amigos, el Todopoderoso es un Dios de perfecta justicia, sus caminos son justos, y nadie le puede imputar injusticia al Creador de todas las cosas. Todo lo que hace es siempre justo y bueno.
Se logra la salvación bajo la condición de no tener ni un solo pecado en la cuenta de los pecados. Cuando dicha cuenta está saldada en “0”, Dios puede proceder con la justificación y afirmar que no hay nada que imputar a la persona, por tanto, puede ser declarada justa y, de esa manera, tiene la puerta estrecha del cielo abierta para ingresar con toda libertad.
Dios no quiere que nadie perezca, Él tampoco se alegra por la perdición eterna de un pecador. Más bien quisiera que todos se volvieran a Él y que tuvieran vida eterna. El hombre en su libre albedrío se dedica a pecar, y Dios no puede disimular mirando a un lado, haciéndose el de la vista gorda para dejar de ver los pecados que el hombre comete. Él debe proceder y procede con la misma medida de justicia con todos, sin excepción. Él es un Dios de amor, bondad y misericordia, pero también es un Dios de justicia perfecta.
El símbolo terrenal de la justicia es una mujer con los ojos cubiertos con un pañuelo para no identificar sobre quién recae la justicia, evitando de esa manera las indeseables e injustas parcializaciones. Dios no hace acepción de personas, por lo tanto, no sale a favor ni en contra de nadie, actúa con absoluta imparcialidad y la misma justicia para todos.
Si el hombre pecador se encausara en el camino de la verdad y de la justicia, dejando de pecar, podría ser salvo. Ninguna de sus transgresiones anteriores al momento de su nueva vida serían recordadas, bajo la condición de que se vuelva a Dios por completo, retrocediendo definitivamente de sus malos caminos.
Pero para el hombre natural es imposible cumplir la ley, o como decía el apóstol Pablo: lo que la ley no puede hacer, sólo lo puede hacer Dios (Romanos 8:3). Ningún hombre ha sido capaz de cumplir la ley de Dios de manera perfecta, todos quebrantan la ley una y otra vez en pensamiento, palabra y obra.
La Caída es el efecto de la transgresión de Adán y Eva, desde entonces no sólo fue afectado el espíritu del hombre, sino que pasó a ser incapacitado. Es decir, que el hombre no sólo es débil, sino que no tiene poder alguno en sí mismo para obedecer la ley de Dios para glorificarlo.
La condición caída humana es tan débil, que al hombre le es imposible obedecer la ley de Dios, no sólo con sus acciones y palabras, sino incluso con sus pensamientos, actitudes y motivaciones. Esto conlleva una separación de Dios, y por tanto, el hombre se hace culpable delante del Dios santo.
Pero no todo son malas noticias, pues existe una excelente y maravillosa buena nueva, la del Evangelio, que brinda la oportunidad de vida en abundancia, acompañada de mucha esperanza. Sí, hay alguien que puede cumplir la ley de forma perfecta, y no sólo eso, también puede hacerlo en el lugar del hombre pecador.
Jesús se sacrificó en la cruz y murió para que los que realmente crean en Él, dejen de vivir bajo el poder de la esclavitud del pecado, para ser verdaderamente libres (Juan 8:36), y para vivir en la esperanza del amor de Jesucristo y el Dios Padre hasta el día en que entren en su presencia.
Lo que el hombre jamás podrá conseguir en su propia fuerza, lo logró Dios a través de su Hijo Jesucristo, cuyo sacrificio por una única vez es suficiente para todos quienes crean genuinamente en Él como su Señor y salvador.
Les deseo Un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.