Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él. 1 Corintios 8:3 RVR1960
Queridos amigos, Jesucristo conoce su rebaño, sabe quiénes son sus ovejas y sus ovejas conocen su voz y le siguen (Juan 10:27).
Para ser conocidos por Dios y poder conocerlo es imprescindible oír su voz y seguirla, de forma tal que nos esforcemos lo más posible para parecernos a Él en sus atributos, tales como la bondad, el amor, la paciencia, la amabilidad, la pureza y la misericordia. Todo esto por amor a Él.
No existe otra manera de obtener el conocimiento de Dios que no sea amándolo, y podemos ser conocidos por Él, solo cuando nos asemejamos a Él demostrándole nuestro amor y mostrándole amor a nuestro prójimo. Dicho de otra manera, el que no ama, no conoce a Dios, pues Él es amor (1 Juan 4:8).
Nunca olvidemos de que la iniciativa para que el hombre pueda conocer a Dios parte de Él mismo y no del hombre. Dios envió a su Hijo unigénito a morir en la cruz del calvario, qué iniciativa más maravillosa a favor del hombre perdido.
En la medida en que el hombre ama a Dios con sus actos, pensamientos, palabras y forma de vida en general, se demuestra que fue elegido y llamado, y que está participando activamente de la mencionada iniciativa divina, la cual comienza por la regeneración espiritual, que obra el Espíritu Santo sobre el pecador.
Amar a Dios es conocer a Dios, y para eso es imprescindible haber primero sido conocido por Dios. Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero (1Juan 4:19). A quienes Dios no conoce les declarará: Nunca los conocí; apártense de mi, hacedores de maldad (Mateo 7:23).
Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (1 Juan 4:20). Porque en esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos (1 Juan 5:2).
Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo (2 Tito 2:19). De igual manera, bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman (Santiago 1:12).
Si Dios nos ama de esa manera, es menester amarnos también los unos a los otros. Nadie ha visto jamás a Dios, pero si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor ya se perfeccionó en nosotros (1Juan 4:11-12).
Está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman (1 Corintios 2:9). Y también sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto implica la condición de haber sido previamente llamados según su propósito (Romanos 8:28).
La elección de Dios (Romanos 8:29) conduce a que le amemos sin haberle visto, y que creamos en Él, incluso sin verlo. El gozo de poder amarlo es inefable y glorioso, produce gran alegría en el corazón (1 Pedro 1:8).
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.