así dice el Señor DIOS: “Quítate la tiara y depón la corona; esto cambiará. Lo humilde será exaltado y lo exaltado será humillado.” Ezequiel 21:26 NBL
Queridos amigos, ¿cuántos dignatarios han caído después de demostrar altivez y soberbia?
Cuando creen estar en el pináculo de su gobierno y que todavía tienen largo camino por recorrer, caen de manera abrupta e inesperada. Con la cola entre las piernas olvidan su orgullo para correr a fin de salvar la vida, ya sea porque corren peligro de muerte o porque simplemente tiemblan ante la idea de que sus transgresiones serán castigas con la cárcel.
Usualmente sucede con los tiranos, a quienes, llegada una condición de opresión tal, el pueblo anhela deponer. Entonces se les pide su renuncia o abdicación, quitándoles la tiara y haciendo que depongan su corona o su mando.
La humillación es suprema, su desesperación por no perder el poder consigue que hagan lo que sea para no perderlo. No dudan en convertirse en violentos, incluso poniendo en peligro la vida de sus más estrechos seguidores y colaboradores.
Ahora imaginemos a Dios en acción contra estos injustos gobernantes. ¿Será que siquiera tendrán la opción de realizar el más mínimo pataleo? Creo que no, de esa manera les llega el juicio de Dios. Tenemos muchos ejemplos en la historia bíblica, y uno de ellos es cuando Nabuconodosor llegó a Jerusalén para atacarla con la intención de destruirla y dejarla en ruinas.
No fue casualidad ni un capricho del rey babilonio, fue planificado por Dios a causa de las maldades, traiciones y pecados del pueblo (Ezequiel 21:24), se trataba de un acto de justicia de Dios para con Israel y su profano e impío príncipe (Ezequiel 21:25).
Por más encumbrados y llenos de poder que estén los potentados, mientras se mantengan en su orgullosa soberbia, no serán exaltados, pues nada hay a la vista de Dios para exaltar en ellos. Más bien recibirán una gran dosis de humillación por parte del Todopoderoso.
Al igual que los soberanos altivos existen muchos reyes chiquitos dominados por la soberbia, por ejemplo, en sus trabajos y también en sus hogares. Éstos también serán abatidos y para su gran sorpresa aquellos de quienes jamás habrían pensado capaces de hacer algo serán enaltecidos.
Esa es la tónica general, pero no debemos olvidar lo que Dios le dijo a Moises: …tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente (Éxodo 33:19). Eso significa que por más soberbio que sea un gobernante Dios se puede apiadar de él.
El Creador de todas las cosas en su soberanía puede hacer lo que le plazca y aquello que haga siempre será bueno, justo, perfecto y santo. Ya lo dijo Samuel: Jehová empobrece, y él enriquece; abate, y enaltece. Él levanta del polvo al pobre, Y del muladar exalta al menesteroso, Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque de Jehová son las columnas de la tierra, y él afirmó sobre ellas el mundo (1 Samuel 2:7-8).
En Jesucristo tenemos un ejemplo sin par, pues Él sufrió humillación sin tener culpa ni pecado. En verdad no debió jamás ser humillado, pues no correspondía en absoluto dentro del marco de la justicia. Pero una vez sufrida tremenda humillación fue exaltado por el Padre pudiéndose sentar a su diestra como consecuencia de primero morir en la cruz y luego resucitar de entre los muertos.
De similar manera los creyentes morimos crucificados juntamente con Cristo (Gálatas 2:20) y pasamos humillación ante Dios cuando nos arrepentimos de verdad, manifestando la promesa, que llegado el momento seremos exaltados en su gloria.
¿Algún creyente será merecedor de la misericordia de Dios? La respuesta contundente es: NO, ninguno. Mas Dios es el juez; a este humilla, y a aquel enaltece (Salmos 75:7). Él levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar, para hacerlos sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo (Salmos 113:7-8).
Quienes conocemos de su misericordia, oremos para que tenga misericordia de nuestros gobernantes y también de nuestro prójimo. Si Él quiere lo puede hacer, pues su misericordia es de generación en generación a los que le temen. Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos (Lucas 1:50-53).