Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:6 RVR1960
Queridos amigos, durante mi vida de incrédulo escuché diversas veces y de diferentes personas que éstas decían tener mucha fe, para mí era sorprendente y hasta envidiable porque yo no podía decir lo mismo.
Ahora que Dios me ha bendecido con el don de fe, puedo discernir de qué tipo de fe hablaban, en su mayoría se trataba de fe no genuina, es decir una fe intelectual, que es ese tipo de fe que te puede llevar a creer en los dioses del Olimpo.
Con ese tipo de fe es imposible agradar a Dios.
Se requiere de la fe genuina que Dios otorga a todo creyente verdadero como un regalo especial. La fe no viene sola, es parte de una especie de «paquete» que Dios le da al creyente. La regeneración del espíritu del creyente es fundamental como paso inicial para una vida nueva.
Es significativo como, de pronto, el creyente recibe oídos y ojos espirituales, sentidos nuevos que va desarrollando en la medida que va creciendo espiritualmente. El gozo y la paz son dones que también están incluidos en el «paquete» y otros «elementos» que este espacio limitado no permite describir.
La palabra dice que es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay. Para eso es imprescindible haber recibido la fe genuina como don de Dios.
Creer que existe un dios, que sí creó las cosas y que está ahí, pero al mismo tiempo es un dios lejano a quien le pido cosas y no me da respuestas y que principalmente no es el centro de mi vida está sustentado por una dosis de fe intelectual.
Mi fe intelectual me lleva creer pero no a discernir cómo Dios quiere que viva, es por eso que el siguiente pensamiento es la tónica en muchos: al fin y al cabo a través de mi autosuperación y esfuerzo yo soy el artífice de mi propio destino a pesar de que existe un dios a quien recurro cuando siento que ya no puedo en mis fuerzas.
En contraposición la fe genuina lleva a creer en el Dios verdadero a quien el convertido anhela profundamente agradar a través de su obediencia, un Dios vivo y cercano, de quien se tiene la certeza que cumplirá con todas sus promesas, un Dios que vivifica, alienta y es centro de mi vida, a quien deseas servir, un Dios que no te deja solo nunca más, una vez que has sido tomado de la mano no te la suelta jamás.
Más allá de todas las bendiciones mencionadas Él es galardonador de los que le buscan, es decir que quienes le buscan son los que desean vivir haciendo su palabra y por eso serán premiados.
Mi mayor deseo es que Dios les bendiga con su gracia y que sea Él quien los galardone porque viven en obediencia.
Que tengan un muy buen día.