Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. 2 Corintios 5:21 RVR1960
Queridos amigos, ¿tendrá Dios alguna deuda con nosotros? ¿será que nos debe algo? o ¿es posible, que sea todo lo contrario, y que nosotros le seamos deudores a Él?
No hay uno solo dentro de la humanidad a quien Dios no le pueda decir “tienes cuentas pendientes conmigo”, y si se lo dijera a alguno en específico, significaría su inminente juicio y castigo. Dios no nos debe nada, más bien Él nos da todo lo que necesitamos según su voluntad.
Todo lo que le debemos a Dios no es producto de lo que Él nos da, sino más bien de lo que nosotros dejamos de darle, pues fuimos creados para Su gloria, sin embargo, vivimos en pecado para nuestra gloria. Pecamos sin cesar, lo cual implica estar hiriendo la santidad de Dios de forma constante, sin parar durante nuestra existencia.
De ahí que la deuda que cada uno tiene con Dios es impagable, pues no existe un valor suficientemente alto en todo el universo como para saldar el horror de haber herido tanto su santidad.
Precisamente por la imposibilidad que tenemos de pagar nuestros adeudos el Dios Padre, en un acto de misericordia sin precedentes, envió a morir a su Hijo en muerte sustituta para que todos los deudores que crean en el Hijo como su Señor y salvador sean liberados de su gran deuda y puedan reconciliarse con Él.
Si un deudor se constituye en moroso y finalmente no puede pagar, siendo la deuda especialmente significativa, lo normal según la ley del hombre sería que termine en la cárcel. La deuda del hombre ante Dios es aún más significativa, por tanto, no solo se hace merecedor de cárcel sino de muerte, pues la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23).
Si la paga del pecado es la muerte, entonces en justo cumplimiento de los decretos de Dios alguien tuvo que morir para que otros pudiesen vivir. Es así como Dios en su voluntad decidió que muera en sacrificio quien no había pecado jamás para que otros pudiesen ser salvos.
De esa manera el apóstol Pablo escribió: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. Jesucristo al morir por los que en Él creen pagó la inconmensurable deuda de cada uno de ellos, por tanto, también hizo justicia con cada uno de ellos de manera tal, que su sentencia de muerte fuese anulada.
Para remisión de pecados debe correr sangre, pues sin derramamiento de sangre no hay perdón (Hebreos 9:22). Observamos que Dios no borra con el codo lo que escribe con la mano. Él pidió sacrificios de animales para remisión de pecados, y en santa justicia mandó a morir a su único Hijo, el cordero perfecto, para que su sangre sea derramada para el lavamiento de los pecados de aquellos que en Él creen (Juan 3:16).
Es preciso aclarar que el derramamiento de sangre de Jesucristo es efectivo para quienes creen, pues solo el que cree en el Hijo de Dios, no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el único Hijo de Dios (Juan 3:18).
Para terminar, creer no se refiere a una mera declaración de simpatía o de fe intelectual por sonar atractivo el hecho de ser salvo. Creer implica entregarse por completo al Señor Jesucristo y querer vivir por Él y para Él muriendo uno a sí mismo. Implica un cambio radical de vida porque no solo se cree en Jesús sino que se le cree también.
Les deseo un día muy bendecido.