Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Lucas 12:15 RVR1960
Queridos amigos, el asegurarse el futuro es una obsesión para muchos.
Sin duda es muy bueno planificar para la vejez, incluso cuando no se sabe qué pasará en realidad.
El creyente sabe que si Dios no deja de alimentar a las aves, tampoco permitirá que le falte comida, ropa y techo.
Ese hecho de ninguna manera debe llevarle a que deje de ocuparse por su sustento y el de su familia, la misma Palabra dice que quien no trabaja tampoco coma.
El hombre natural vive convencido que en la medida que más bienes posea mejor será su pasar por este mundo y mayor será su seguridad en el futuro. Se conocen casos de gente riquísima que terminó suicidándose por haberlo perdido todo, cuánto apego a lo material y cuánta pobreza espiritual!
El avaro es aquel que tiene un poderoso afán de poseer muchas riquezas por el mero placer de atesorarlas sin compartirlas con nadie. Hasta el mismo mundo juzga esta pasión desordenada, aunque por otra parte la incentiva.
Si la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee, en qué consiste entonces? Tenemos un excelente ejemplo en la vida de Jesús que no tenía ni una piedra donde apoyar su cabeza.
Alguno podría argumentar diciendo que el Señor sabía el devenir por lo que Él en específico no tenía de qué preocuparse. ¿Acaso el cristiano no cuenta con la promesa de que Dios no le hará faltar nada de lo que le sea indispensable?
El hombre natural no puede arriesgarse a creer en las promesas de Dios, puede ser que su fe intelectual le permita creer en algún resquicio de su corazón que Dios proveerá, no obstante su fe está centrada en sí mismo, en sus propias fuerzas.
De tal forma que prefiere asegurarse con algo más de lo necesario si fuera posible, para él más vale pájaro en mano que cien volando y difícilmente lo suelta cuando algún necesitado se le acerca.
El mensaje de Jesús es claro, nos ordena que nos guardemos de la avaricia. Por una parte debemos evitar buscar las posesiones materiales por el solo hecho de tenerlas y por otro nos está implícitamente diciendo que compartamos lo que tenemos.
Si bien el hombre espiritual debe trabajar para vivir y necesita bienes materiales, su vida consiste también en compartir lo poco o mucho que posee para la gloria de Dios.
Todo lo que haga el convertido debe ser como para el Señor.
Su foco de atención principal no debe ser lo material sino lo espiritual. El creyente genuino anhela vivir para el Señor, para obedecerle, alabarle, exaltarle y glorificarle.
Que Dios les bendiga mucho en este día.