Si fueres justo, ¿qué le darás a él? ¿O qué recibirá de tu mano? Al hombre como tú dañará tu impiedad, Y al hijo de hombre aprovechará tu justicia. Job 35:7-8 RVR1960
Queridos amigos, en el mundo se cree en la existencia de gente buena y gente mala. Evidentemente hay quienes denotan mayores señales de maldad que otros.
Lo feo dentro de todo esto es que la vara para medir la maldad es en extremo flexible, no es solo endeble sino también tremendamente elástica, pues se puede estirar a gusto o a necesidad. Entonces lo que es malo para unos no necesariamente lo es para otros.
Lo mismo sucede con las cosas que son buenas o que se aceptan como buenas. Vemos que el mundo relativiza las cosas a su conveniencia o mejor criterio, creyendo actuar con sabiduría.
Se me viene a la mente el ejemplo de una película que vi en la TV. Una esposa en problemas con el marido y con una hija rebelde se cruza con un varón sin compromisos y decide iniciar una relación. Esto le da fuerzas para tomar decisiones y se separa del marido a pesar de que él le pide que se den una última oportunidad. Según ella y su entorno favorable su decisión había sido la mejor, pues fue un acto bueno (no malo), que la liberó de una vida desdichada y al mismo tiempo se estaba dando la oportunidad de rehacer su vida, estaba cazando dos pájaros de un tiro. Los niños digerirían la decisión y el marido que se salvará como mejor pudiese.
La oposición cristiana diría que había obrado mal, que no era viable divorciarse dentro de dichas circunstancias, y que estaba pecando de adulterio para resumir. Según Dios estaba transgrediendo de pe a pa, según el mundo estaba haciendo lo correcto, porque es lícito conseguir equilibrio personal al costo de la destrucción de una familia.
El mundo y la mayor parte de los televidentes estaban a favor de la nueva pareja que se veía tan linda y, ante todo, feliz, ¿cómo sería posible no optar por tal felicidad, manteniendo su anterior vida? El final fue dramático, pues el galán muere y la mujer queda sola con los hijos. Su hija le pide perdón por haber sido tan mala, mostrando una muy buena actitud, y colorín colorado todos felices en Hollywood.
La mayoría de la gente opinaría que la dama estaba en su derecho de ser feliz y que no hacía mal a nadie con ello, que el fin justifica los medios. La mujer a su vez, no se arrepentía de nada, porque finalmente estaba tranquila. Hasta se podría preguntar, ¿por qué le pasan cosas malas a gente buena? Pues según el mundo ella era buena.
Conozco gente que argumenta ser un buen esposo, un buen padre, un buen hermano y un mejor amigo, en conclusión se creen buenos. Arguyen que no hacen daño a nadie y que no se meten en la vida de nadie, además de esforzarse por hacer el bien a otros. Se felicitan, porque están en un buen nivel dentro de la escala del bien. Llegan a creer que son dignos de reconocimiento.
Ser recto es lo correcto. Así como un estudiante tiene el deber de ser buen alumno, y por tanto, no debe esperar aplausos por sacar buenas notas, el humano está llamado a vivir en rectitud, haciendo el bien, viviendo así para la gloria de Dios.
Nadie ha de esperar ganancia por vivir haciendo buenas cosas. El proverbio es claro: si eres sabio, tu premio será tu sabiduría; si eres insolente, solo tú lo sufrirás ( Proverbios 9:12).
Dios no saca ningún provecho de la buena conducta de una persona (Job 22:3). El beneficio es para uno mismo. Me gusta recordar el pasaje de 1 de Crónicas 29:14, que parafraseando dice así: ¿quién soy yo para darte ofrendas voluntarias (hacer el bien)? En verdad Tú eres el dueño de todo, y lo que te doy, de Ti lo he recibido.
Pensar que porque uno es bueno, se merece algún reconocimiento, es entonces un grave error. Nadie le ha dado nada a Dios, como para que Él después tenga que pagarle (Romanos 11:35). Dios está muy por encima del hombre, está tan alto que nuestras buenas obras no se le acercan en lo más mínimo.
Es deber del hombre vivir haciendo el bien y ser bueno según los parámetros de Dios, debiendo desechar sus propios criterios, aunque le parezca dudoso e injusto. No tenemos derecho para quejarnos, si no conseguimos lo que queremos; más bien hemos de agradecer por tener mejores cosas que las que en verdad merecemos.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.