Y Samuel respondió al pueblo: No temáis; vosotros habéis hecho todo este mal; pero con todo eso no os apartéis de en pos de Jehová, sino servidle con todo vuestro corazón. 1 Samuel 12:20 RVR1960
Queridos amigos, solamente después de la regeneración en espíritu es que el hombre discierne su estado de miseria debido a su propia maldad.
La maldad en el hombre no tiene medida, pues nace en pecado y se la pasa pecando durante toda su vida. Y aún así piensa que se merece algo y no solo pide, sino que también exige a Dios, y cuando no es escuchado se enoja. Sin duda un comportamiento propio de inicuos.
A pesar de ello el Dios Padre no deja de ser misericordioso, un atributo que todos los hombres deberíamos de valorar muchísimo, pues ninguno merece otra cosa que la muerte, que llega en algún momento, pero no cuando, por justicia, debería llegar. Recordemos que la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23).
El pueblo de Israel se había comportado neciamente al haber exigido tener un rey. Dios les dio un rey, pero también reaccionó a su necedad mandándoles una tormenta en época cercana a la cosecha, un hecho muy inusual, el cual además fue vaticinado por el profeta Samuel.
Los israelitas podían estar seguros de que la catástrofe climática venía de Dios. A partir de ese punto empezaron a tomar en serio su condición de transgresores, es decir pecadores. Probablemente imaginaron su pronta destrucción y tuvieron gran miedo. Habiendo comprendido la dimensión de su maldad llegaron a pensar que su condición de pueblo escogido estaba llegando a su fin y que Dios no los escucharía más.
Sabían que Samuel no había perdido comunión con Dios, por lo tanto, le pedían que orase a su Dios, que de seguro a él sí le escucharía. En un acto de misericordia Samuel les consoló diciéndoles que no temieran. Era evidente que el pueblo estaba reconociendo sus pecados, y fue en ese sentido que habló Samuel en representación de Dios. Sin omitir decirles que habían hecho mucho mal, les expresó que no debían apartarse de Jehová y que debían servirle en obediencia con todo el corazón.
Ya tenían al mejor Rey posible en Dios, incluso Samuel pudo haberse mantenido como un excelente líder, pero la necedad de sus corazones los impulsó a pedir un rey, algo innecesario, que tenían las otras naciones. Ni el mejor rey terrenal puede suplantar al Rey de reyes, pero las apariencias engañan, y querer suplantar a Dios es definitivamente una pérdida de tiempo y una colosal muestra de vanidad, negligencia, orgullo y suprema necedad.
Estaban haciendo un dios del rey que anhelaban, y de cualquier cosa que hagamos un dios, ya sean los hijos, el trabajo, un equipo de fútbol, un partido político, el dinero, el poder, etc. terminaremos comprendiendo, por la gracia de Dios, que es un mero engaño.
Considerando las grandes cosas que Dios hace por nosotros, comenzando por no destruirnos como merecemos, deberíamos sentirnos obligados por gratitud a corresponderle con obediencia y servirle fielmente.
El primer mandamiento es amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente, con toda el alma y con todas nuestras fuerzas. Exige una entrega total y un alejamiento absoluto del pecado y del mal. Algo que no podemos cumplir dentro de nuestra naturaleza caída y sin el poder de Dios mismo obrando sobre nosotros.
Requerimos de manera desesperada de su maravillosa obra de redención en la cruz del calvario, de otra manera deberíamos temblar de miedo, porque lo que nos espera es el llanto y el crujir de dientes (Lucas 13:28). Una vez más Dios nos dice no teman, mi Hijo Jesucristo murió por ustedes.
Les deseo un día muy bendecido.