Pero aún volvieron a pecar contra él, Rebelándose contra el Altísimo en el desierto; Pues tentaron a Dios en su corazón, Pidiendo comida a su gusto. Salmos 78:17-18 RVR1960
Queridos amigos, la lucha entre la bondad de Dios y la maldad del hombre existe desde el momento de la caída de Adán.
En épocas posteriores Dios se manifestaba constantemente con su bondad al pueblo hebreo, pero el pueblo no oyó su voz, e Israel (su pueblo) no le quiso a Él.
A pesar del amor demostrado por Dios, quien les hizo subir de la tierra de Egipto y les invito a abrir su boca para llenársela, su rechazo era evidente (Salmos 81:10-11).
El pueblo de Israel en su integridad había podido abandonar Egipto mediante la intervención divina de Dios, no era un viaje cualquiera, se trataba de la liberación de una cruenta esclavitud.
El poder de Dios se demostró de manera muy evidente, no solo con las plagas y castigos que envió para persuadir a Faraón, también mientras los hebreos iban saliendo, les pedían a los egipcios vestidos y objetos de oro y plata. ¿Quién en su sano juicio iba a regalar sus cosas de valor a los despreciables esclavos? Dios dio gracia a su pueblo delante de los egipcios, hizo que les miraran con agrado y ellos les dieron cuanto pedían. Los hijos de Faraón fueron increíblemente despojados de sus riquezas (Éxodo 12:35-36).
Las aguas del Mar Rojo fueron abiertas de par en par y el pueblo israelita pudo atravesar hasta el otro lado pisando tierra seca. Tanta maravilla y bondad no fueron suficientes para ganarse el corazón del pueblo. Lo cual demuestra la dureza de corazón de la nación hebrea.
De ninguna manera podemos juzgar a esta gente, si hubiesen sido de cualquier otra tribu o de un pueblo moderno el resultado habría sido el mismo. El problema se da en los corazones de todas las personas, que no tienen una relación directa e íntima con Dios.
Sabemos de hombres famosos tocados por la gracia de Dios como Abraham, Jacob, Moises, Josué, Samuel, David, etc. También hubo y hay muchos desconocidos que vivieron y viven para la gloria de Dios, sin embargo, las masas no perdían ni pierden su insensibilidad hacia la divinidad, no dejan de tener un corazón de piedra, que no se ablanda ante las misericordias, maravillas y bondades de Dios.
Una columna de nube de día y una de fuego de noche acompañaba a los hebreos durante el Éxodo por el desierto. Algo extraordinario y especial, señal clara del acompañamiento del ser superior. Recibían el alimento diario del cielo y no les faltó agua.
A pesar de tener la compañía visible y el sustento de Dios todos los días, volvieron a pecar contra Él, extrañando los pepinos, melones, puerros, ajos y cebollas que comían en Egipto. Una posición de rebelión, egoísmo e ingratitud indecibles, tercamente pusieron a prueba a Dios en sus corazones.
Si bien habían dejado Egipto físicamente no se separaron del sistema mundano en el que vivían, extrañaban su antigua manera de vivir.
Como pueblo escogido estaban siendo sometidos a los designios de Dios, pues su desobediencia les había llevado a vagar por el desierto, lo cual generaba aún mayor rebeldía en vez de humildad.
Dios estuvo disgustado durante cuarenta años con la nación de Israel. Se refirió de ellos como pueblo que divaga de corazón, y que no había conocido Sus caminos (Salmos 95:10).
De igual manera, muchos hoy en día han abandonado Egipto y se dicen creyentes, sin embargo el sistema del mundo los tiene tan atontados, que les resulta humanamente imposible abandonarlo. Dan muy pocas señales de un rechazo radical al mundo; a pesar de que lo han oído y/o leído, les cuesta entender que el mundo es un enemigo espiritual, pues les gusta dejarse seducir por sus deleites, que no les permiten liberarse de la esclavitud del pecado.
Quienes dan rienda suelta a sus pecados nunca se apartarán de ellos, serán siempre esclavos de sus concupiscencias. Mientras el pecador se mantenga en su pecado no puede esperar otra cosa que continuar en problemas, sin darse cuenta de lo desesperada de su situación.
El mundo gana en tanto no se pueda confiar plenamente en la providencia de Dios, no es posible decir que alguien confía en su salvación como una bienaventuranza definitiva mientras esté asentado en el mundo.
Se requiere del poder de Dios obrando, se hace necesario nacer de nuevo para comprender las cosas con vista y oído espirituales. Quienes con fe y oración buscan a Dios en cualquier momento le hallarán. Pero aquellos que no pueden confiar solo agravan su pecado con su desconfianza.
Poner las esperanzas en las obras de Dios y sus promesas es determinante para conseguir perder la confianza en el poder del dinero y las falsas promesas del mundo. Pongamos suma atención a las justicias y misericordias de Dios, no seamos aprovechadores de su bondad y paciencia. Tenemos la bendición de poder conocer la historia, no hagamos que se repita en nuestras vidas.
Si el mundo les sigue causando ilusión, les deseo la bendición de gracia.