Decid a Dios: ¡Cuán portentosas son tus obras! Por la grandeza de tu poder, tus enemigos fingirán obedecerte.” Salmo 66:3 LBLA
Queridos amigos, el salmista nos está conduciendo a la adoración de Dios, a que elevemos nuestras alabanzas a lo alto, reconociendo las portentosas obras del Creador.
Todo lo registrado en la historia sobre lo que Dios hizo (por su pueblo) es la base para la invitación del salmista. Cada individuo convertido debe tener presente la necesidad de alabar y exaltar al Señor de manera personal por todo lo bueno que hizo y hace (por él), pero también es necesario hacerlo en iglesia, es decir juntamente con los hermanos en la fe.
Cada uno de los fieles debe responder a Dios individualmente mediante sus testimonios de entrega, como la oración y la alabanza. Pero también es menester hacerlo en grupo, pues el alma entregada a Dios no debería alegrarse sola cuando tiene la posibilidad de compartir con otros hijos de Dios.
La combinación de la alabanza individual con la grupal es manifiestamente necesaria, pues se complementan entre sí. Los hijos de Dios pertenecen a una sola familia y deben compartir como hermanos que son, disfrutando la presencia de su Padre celestial para el desarrollo de una vida espiritual sana. Todos los hijos genuinos tienen en el corazón el común anhelo de alabar a su amante Dios y Padre, reconociendo sus maravillas y agradeciéndole por su misericordia y gracia.
En realidad el mundo entero debería alabar los hechos portentosos de Dios, pero no lo hace, y si lo hace, lo realiza de manera fingida. El interés por captar el amor de Dios y sus bendiciones puede obligar a una alabanza y obediencia aparentes.
La gente habla y dice creer en Dios, pero su enfoque solo está en lo que puede recibir del Todopoderoso y no en lo que le puede ofrecer. Es cierto que Dios no necesita nada de nadie, pero el buen testimonio de vida es olor fragante para Él.
Amarlo a través de la obediencia y la alabanza es lo único que podemos darle en retribución por sus grandes obras sobre su pueblo. En la antigüedad su pueblo escogido fue Israel, pero su pueblo actual se encuentra difundido por todas las naciones y está conformado por los hijos escogidos y llamados por Él para conformar el Cuerpo de Cristo, su Iglesia, con Jesucristo a la cabeza.
Los portentos realizados por Dios en el Mar Rojo y en el río Jordán también se ven reflejados en las vidas de los seguidores de Jesucristo, pues ¿cuán a menudo Dios ha convertido nuestros indómitos mares en tierra seca y ha abierto caminos a través de nuestros caudalosos ríos?
Los impíos buscan oportunidad para exaltarse a sí mismos, pero los creyentes verdaderos desean exaltar al Altísimo. Los convertidos son probados y pasan por opresión, incluso persecución, pero al final ninguno perece y todos salen vencedores, gracias al poder del Todopoderoso.
Dios liberó al pueblo hebreo de la esclavitud de los egipcios, Él libera a cada uno de los nacidos de nuevo de la esclavitud del pecado, y puede hacerlo en justicia, gracias a la muerte sustituta de Cristo Jesús.
Ofrezcámonos como sacrificio vivo ante Dios (Romanos 12:1). Paguemos con obediencia el amor propiciado por el Señor, declarando lo que Él ha hecho por nosotros.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.