Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí. Hechos 8:24 RVR1960
Queridos amigos, existen muchos jóvenes convertidos a quienes les cuesta soltarse del mundo y sus redes, a pesar de estar conscientes de los preceptos de Dios.
Puntualmente tenemos a los jóvenes creyentes que se ensimisman en una relación con una pareja impía. Ellos saben que Dios no recomienda el yugo desigual y también conocen Su opinión sobre la fornicación.
Tal es la influencia del mundo, al aprobar relaciones prematrimoniales como buenas y sanas, que lleva a estos jóvenes a caer libremente en menuda trampa. La dificultad de guardarse sexualmente durante la juventud es de por sí difícil, y que un joven creyente quiera hacerlo suele ser una situación extraña para su pareja incrédula.
Se me presentó la ocasión de orientar a un joven convertido que estaba enamorando con una muchacha no creyente. Conversando con él llegamos de común acuerdo a la conclusión que el yugo desigual es una condición que puede llevar a mucho sufrimiento en la vida conyugal y que conduce a un alejamiento de Dios.
Luego de nuestra profunda conversación esperaba que me dijera que, por lo menos, haría el esfuerzo de enfriar su relación sentimental a fin de ser obediente a la voluntad de Dios. Su salida fue pedirme que orase por él.
Entonces se me vino a la mente la historia de Simón el mago, quien había querido comprar con dinero el poder del Espíritu Santo. Su intención era enriquecerse con dicho poder, imponiendo las manos sobre incautos que estuvieran dispuestos a pagar por tal maravilla.
Ante tan vil actitud la reacción del apóstol Pedro fue decirle “tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tú corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete de tu maldad y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón, porque veo que vas camino a la amargura y a la esclavitud del pecado” (Hechos 8:20-23).
Tan tremenda respuesta no consiguió que Simón respondiera con humildad y se arrepintiera genuinamente de su pecado de angurria, su reacción fue pedir que otro rogara por él al Señor para que nada de lo dicho le sobreviniese.
Si bien no existe paralelo entre la historia de Simón y la del joven enamorado, me quiero enfocar en la reacción de pedir que otros oren por su bien, en vez de ponerse en la situación, incómoda pero necesaria, de pedir perdón humildemente a Dios en genuino arrepentimiento y actuar en consecuencia realizando cambios en la manera de vivir.
Si uno recibe a Cristo es un acto de toda la personalidad, es decir de la mente, de la voluntad y de los afectos. Este acto implica un cambio radical y agresivo en la forma de vivir, de pensar y de actuar. Debemos comprender lo que dijo el apóstol Pablo en Gálatas 2:20 “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Al parecer muchos no han comprendido el significado de ser convertido, pues tal cual mi joven amigo una cantidad importante de cristianos evangélicos de éstos tiempos se está comportando con la misma tibieza y liberalidad.
Por supuesto que la oración del justo puede lograr mucho, especialmente si nos confesamos los unos a los otros nuestros pecados y oramos juntos (Santiago 5:16), sin embargo, no es suficiente si nos quedamos de brazos cruzados esperando que el Señor obre algún tipo de milagro.
Les deseo un día muy bendecido.