Sea, pues, con vosotros el temor de Jehová; mirad lo que hacéis, porque con Jehová nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho. 2 Crónicas 19:7
Teman al SEÑOR y juzguen con integridad, porque el SEÑOR nuestro Dios no tolera que se tuerza la justicia ni que se muestre parcialidad ni que se acepte el soborno».» 2 Crónicas 19:7 NTV
Queridos amigos, los seguidores de las noticias en los medios de comunicación ven todos los días cómo se tuerce la justicia en el mundo.
Es interesante observar cómo las personas comentan los diversos sucesos con diferentes grados de indignación, tomando estos hechos como algo casi habitual.
Lo que queda en el aire es si estas mismas personas que otorgan juicios de valor en contra de los antisociales que tuercen la ley, tienen una vida irreprensible, viviendo en temor de Dios.
Entonces veamos la viga en nuestro propio ojo, antes que la paja en el ojo ajeno.
Josafat estaba nombrando jueces cuando dio estas instrucciones, gracias a su apego a Dios, puso al reino en un mejor orden espiritual, que es el mejor orden posible.
Les dio principios claros bajo los cuales actuar: ser responsables de sus actos ante Dios, demostrar lealtad ante el Creador, ser honestos e íntegros, es decir llenos de entereza moral de acuerdo a los pensamientos de Jehová.
Parece una utopía que un juez en estos días y en nuestra cultura tenga temor de Dios, nuestro sistema judicial genera desconfianza por sí mismo, más aún porque Dios no tiene entrada en él.
¿Cuán diferente serían las cosas, si los jueces tuvieran que ser primero evaluados como personas temerosas de Dios para luego ejercer su oficio?
Seguramente juzgarían con integridad, libres de toda parcialidad, rechazando y castigando todo soborno. Todo lo que se hace a la manera del Altísimo no sólo es mejor, sino que es perfecto.
Ahora volvamos al hombre natural que vive juzgando, viendo la paja en el ojo ajeno.
¿Se podría extrapolar el contenido del versículo a la vida de un hombre común y corriente? Consideró que sí.
Los jueces lo hacen en grande y el hombre común lo hace en pequeño, sin embargo, es importante recordar que para Dios no existe pecado grande ni pequeño, todo pecado hiere su infinita santidad y la consecuencia es la misma en los términos de Dios, el pecado lleva a condenación.
Así que basta un «pecadillo» para ser condenado por Dios, sin embargo, las consecuencias humanas sobre una mentirilla son mínimas en relación a un asesinato, que se castiga con cadena perpetua y hasta pena de muerte.
El pedido al hombre en su esfera personal sería que juzgue con integridad, mirándose primero a sí mismo, recordando que debe primar la misericordia, Dios no tolera que se tuerza la justicia a favor de uno y en contra del otro, debe imperar la honestidad, el honor y el amor.
Seamos imparciales en todos nuestros juicios, Dios no hace acepción de personas. Acojámonos a la Santa Palabra como nuestro manual de vida y que el soborno sea parte de nuestro pasado, es decir que no debemos ser generadores de ningún cohecho.
No seamos inmediatistas, asumamos las consecuencias de nuestras faltas y veamos de no incurrir en ellas nuevamente. Ojo que las faltas tienen un nombre específico llamado pecado.
Oremos para que Dios nos bendiga enseñándonos a hacer su voluntad.
Les deseo un día bendecido. No se olviden de leer la Palabra y de orar.
Nota: Existen personas que tienen el convencimiento de que no hay que juzgar, incluso se basan en un versículo de la Biblia, diciendo que juzgar es solo de Dios.
Me pregunto, si no hay que juzgar, ¿cómo podríamos vivir sin hacerlo?
El sano juicio debe estar de acuerdo a la Palabra, si se procede de esa manera los resultados son siempre buenos y totalmente alejados de la connotación negativa que un juicio anti bíblico pueda tener.