y Juana, mujer de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana, y muchas otras que de sus bienes personales contribuían al sostenimiento de ellos.” Lucas 8:3 LBLA
Queridos amigos, por desconocimiento, por rebeldía o por mera envidia muchos se dedican a desprestigiar las Escrituras, argumentando que son de carácter machista, que Dios permitiría el dominio del género masculino sobre el femenino.
¿Son los designios de Dios imperfectos y parcializados? Es bueno iniciar la respuesta partiendo de principios indiscutibles sobre el carácter de Dios. Él es justo, infinitamente justo, y perfecto, infinitamente perfecto, por tanto, su naturaleza de justicia perfecta no le permite ir injustamente en contra de sus estatutos, preceptos y mandamientos, que a su vez también son perfectos.
Además, Él no hace acepción de personas, es decir, no mira con unos ojos a un pobre y con otros a un rico. Por ejemplo, prodiga su gracia común a todos por igual, el sol no brilla más para nadie en especial. Esto es válido también para mujeres y hombres.
Es cierto que nuestras mentes, dominadas por la modernidad, pueden percibir machismo en diferentes pasajes de la Biblia. Es necesario recordar que las situaciones de discriminación hacia las mujeres en las Escrituras no están respaldadas por Dios, aunque se encuentren escritas en el libro santo. Cuando la Biblia describe a un hombre tratando a la mujer como de su propiedad, estemos seguros de que Dios no aprueba tal acción, así como tampoco consiente la poligamia.
Dios dispuso un determinado orden, pero el hombre caído ha corrompido dicho orden. Y ahí tenemos el resultado de desigualdad e injusticia a través de la historia entre hombres y mujeres. La exclusión y la discriminación son el resultado del pecado del hombre caído, y el machismo también es el resultado del pecado.
Gracias a Jesucristo y su muerte de cruz los que creen y son perdonados de sus pecados son nivelados a una misma forma de pensamiento, entonces el machismo y el racismo desaparecen, todos pasan a ser de un mismo pueblo después de la conversión. El apóstol Pablo lo expresó de esta manera: No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos (los creyentes) son uno en Cristo Jesús (Gálatas 3:28).
Dios dentro de su creación ha diseñado un maravilloso balance entre mujer y hombre, siempre y cuando vivan como Él manda. Para encontrar la verdadera igualdad la reconciliación con Dios es necesaria, sólo conociendo la Verdad se puede ser libre, y esa libertad iguala a todos.
Viviendo bajo las normas de Dios, tanto hombres como mujeres reconocen sus roles dentro de la estructura de autoridad impuesta por Dios, y el machismo queda como un abuso pecaminoso.
En este pasaje observamos que algunas mujeres asistían a Cristo, dándole de sus bienes. Fue tan humilde que siendo rico se hizo pobre por nosotros (2 Corintios 8:9) y aceptó las bondadosas dádivas de quienes se las querían dar.
Por la cultura las mujeres estaban sometidas, pero Jesús las dignificó haciéndolas partícipes del compañerismo y del servicio. Los rabinos no enseñaban a las mujeres, Jesús rompió este paradigma. Además demostró que todos son iguales, permitiendo que las mujeres lo siguieran y aprendieran.
Observamos la nivelación en Cristo Jesús en el hecho de que las mujeres que lo seguían y ayudaban eran social y económicamente diferentes. Por ejemplo, por un lado estaba María Magdalena, que había tenido un pasado oscuro, y por otro, se encontraba Juana, esposa del mayordomo de Herodes, una dama de la corte. Compartían en la presencia de Jesús como iguales, incluidos los hombres.
Les deseo Un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.