Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado, La obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos. Tú con tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos; Afligiste a los pueblos, y los arrojaste. Porque no se apoderaron de la tierra por su espada, Ni su brazo los libró; Sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro, Porque te complaciste en ellos. Salmos 44:1-3 RVR1960
Queridos amigos, tenemos un Dios soberano, que hace lo que le place, porque es dueño de todo.
Sin embargo, Dios tiene atributos que le llevan a hacer todo en justicia y perfección. Por lo tanto, todo lo que Dios hace es perfecto y nada de lo que Dios hace es injusto.
Jehová en el transcurso de la historia ha hecho maravillas, que para algunos son de bendición y para otros de maldición. Tomemos como ejemplo a los egipcios que tenían sometido en esclavitud al pueblo de Israel. Las maravillas que Jehová hizo para sacar al pueblo de Israel de Egipto demostraron su poder y fueron de beneficio para los israelitas. Sin embargo, los egipcios recibieron duros castigos. ¿Es eso injusto?
No, no es injusto porque Dios no castiga en injusticia. Todos somos merecedores de castigo, sin excepción. El punto está en que a Dios le place tener misericordia de quién Él quiere tener misericordia, lo dice la Biblia.
En este caso tuvo misericordia del pueblo de Israel, que además es su pueblo escogido.
Si tenemos a Jesús en nuestro corazón y reconocemos que Él es nuestro Señor y salvador, podemos también gozarnos de las maravillas de Dios como si fuésemos del pueblo de Israel.
Al fin y al cabo, la palabra dice que los creyentes somos linaje escogido, nación Santa, pueblo adquirido por Dios, entonces podemos regocijarnos como se regocijaron los descendientes de Israel en la época de los salmos.
Que tengan un día bendecido.