Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros. 1 Juan 2:19 RVR1960
Queridos amigos, en mi anterior publicación les comenté sobre la elección divina, haciendo alusión a la historia de los hermanos mellizos Jacob y Esaú hijos de Isaac hijo de Abraham.
Ambos niños tuvieron al mismo padre que era un hombre llamado por Dios, habían nacido prácticamente juntos, gozaban de buena salud y no tenían ningún defecto físico y sus derechos terrenales eran los mismos, con la única diferencia que uno, Esaú, había nacido primero y por tanto se convertía en el primogénito con todas las prerrogativas que conllevaba la primogenitura.
A pesar de ello y sin existir motivo aparente Dios decidió escoger a Jacob como el heredero y bendecirlo espiritualmente, mientras dejaba que Esaú viviera la vida común y normal de los que no son escogidos.
De similar manera existen en estos tiempos los que son llamados para ser hijos de Dios. Así mismo están los que no tienen el llamado. Durante los primeros años de mi vida “cristiana” afirmaba ser creyente, pero en realidad no lo era. Hasta que empecé a participar de un estudio bíblico donde llegamos a estudiar el libro de Romanos de manera sistemática y profunda, y sin pensar llegó el momento en que me convertí (fui convertido). El Espíritu Santo me quitó el velo de ceguera y mis ojos fueron abiertos a la Luz. Fui convencido de pecado, identifiqué mi bancarrota espiritual y fui llevado a verdadero arrepentimiento. Lloré con mucho dolor en el corazón y luego me regocijé en mi Señor Jesucristo.
Desde que sentí sed especial por Dios, empecé a asistir a diferentes cultos con regularidad. Participaba activamente y seguía los actos de religiosidad sin preguntarme si estaban bien o no. Mi esposa me gozaba por lo “inocente” de mi comportamiento. Nadie hubiera dudado de que yo no fuese cristiano, lo cual era falso.
El grave problema radicaba en que en ninguna de las congregaciones a las que fui asistiendo se predicaba el Evangelio, ninguna de las prédicas convencía de pecado y de prédicas expositivas de la Biblia, ni hablar.
Esta historia no es exclusiva e individual mía, existen muchas personas que pasaron por algo muy parecido, pues la mayoría de las congregaciones llamadas cristianas que son de las más diversas denominaciones se dedican a cualquier cosa menos a difundir el verdadero Evangelio de Jesucristo.
De ahí salen los cristianos tibios que a la larga terminan no siendo creyentes porque no llegaron a tener fe genuina. Estas personas cuando llegan a participar de reuniones de la Iglesia verdadera de Jesucristo, demuestran interés por un tiempo, luego se alejan porque no se sienten bien del todo. Les parece que la gente exagera y se va mucho a los extremos, y terminan por no sentirse parte del grupo y se van.
Ahora podemos entender las palabras de Juan cuando dice que dichas personas salen de nosotros, es decir de la Iglesia verdadera, que está conformada por convertidos llamados por Dios.
Los que no son de nosotros optan por irse libremente, porque si hubiesen sido de nosotros los llamados, habrían permanecido gozosos con nosotros. Salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros, es decir que no todos cuentan con fe verdadera.
Que el Señor nos regale a todos fe verdadera es uno de mis anhelos más grandes.
Dios le bendiga con su gracia.