Tú diste alegría a mi corazón Mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto. Salmos 4:7 RVR1960
Queridos amigos, mientras muchos se la pasan buscando la felicidad, el rey David la halló a partir de qué Dios puso gracia en su corazón, porque la gracia del Creador viene de manera inseparable juntamente con la felicidad.
La vida del rey David, como la de cualquier creyente verdadero, no fue una taza de leche, pero el consuelo de la gracia, hacía que hubiera dicha en su corazón, incluso cuando estaba pasando por tribulación.
La felicidad dada por Dios conduce a que no se anhelen las cosas del mundo para ser feliz, mientras el mundo anda en la desesperada búsqueda de lo “bueno” para de alguna manera ser feliz. El problema del hombre natural radica en que busca su felicidad en cuestiones terrenales sin mirar hacia el bien supremo, que es Dios.
No es malo buscar lo bueno, pero la búsqueda de lo excelente, que está en Dios, es infinitamente mejor. El mundano desea el bien externo, busca el bien más próximo a la mano, vive el ahora como si no hubiera nada más allá. Su búsqueda está enfocada sólo en el bien parcial, que es disfrutar de un buen momento, de un buen negocio, de una buena situación, de buena comida y bebida, de buen entretenimiento, de los amigos, de los viajes; pero, ¿de qué sirve tanta búsqueda, incluso si se llega a conseguir lo anhelado?
La felicidad del mundo es imprevisible, puede llegar y desaparecer de improviso. Normalmente surge de circunstancias agradables a los sentidos. Pero el gozo interno dado por Dios permanece estable, porque es un don dado por Él. La felicidad terrenal solo cubre temporalmente a la aflicción acompañada de desánimo, en tanto, que el don de gozo derrota a las penas y al desaliento.
Buscar el favor de Dios debería ser el objetivo mayor. Es por eso que los que han sido bendecidos con gracia manifiestan estar satisfechos con la bondad y misericordia del Padre, sólo desean saberse bendecidos con el favor de la gracia para entender que nada más necesitan. No existe mayor dicha que estar satisfecho por la bondad de Dios.
El creyente bendecido con gracia sabe que puede encomendar todas sus cosas a Dios, pues después de la bendición de gracia todo el resto vendrá por añadidura. Es consciente de que su tarea debe estar enfocada en acoger la santa y perfecta voluntad del Padre todos los días de su vida.
Podrá pasar momentos de dificultad y de dolor, podrá lamentarse, pero nunca envidiará la suerte del mundano más próspero. La alegría en su corazón es definitivamente mayor que la que existe en los corazones de los impíos más exitosos. El gozo de caminar con Dios nunca se podrá comparar con las satisfacciones que provienen del éxito y abundancia material.
Dios provee los bienes materiales y al proveerlos quiere que el hombre disfrute de ellos, pero vivir para conseguir estos bienes es un grave error, porque la alegría de la abundancia material es perecedera y está restringida a este mundo, y no se compara con el gozo de tener comunión con Dios, lo cual significa dicha en esta tierra y en el cielo para la eternidad.
Dios nos promete y nos brinda seguridad, gozo y paz, cosas que no puede dar el mundo. Alabemos y glorifiquemos a Dios mientras dejamos al mundo pasar de largo sin que toque nuestras vidas.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.