Aclamad a Jehová, porque él es bueno; Porque su misericordia es eterna. 1 Crónicas 16:34
Queridos amigos, decir que Dios es amor es una realidad irrefutable. Sostener que el atributo central de Dios es el amor, es una afirmación muy discutible.
Existen muchos cristianos y otros pseudo cristianos que fundamentan su teología en el solo hecho del amor que Dios tendría por ellos.
No es lo mismo decir “porque Dios me ama, me da todo lo que tengo”, que sostener “Dios es bueno y por eso me da todo lo que tengo”.
Dios es bueno, gentil y de infinita benevolencia. Tiene un corazón grande y bueno, es cordial, comprensivo y amable en toda su esencia. Su bondad es perfecta, infinita e inmutable, tres condiciones que solo Dios puede tener.
La única razón para la existencia de la humanidad es la bondad de Dios, porque Él en su bondad así lo quiso, estamos en este mundo.
Antes de ser creados no existíamos, y al no existir éramos nada. Nace la pregunta ¿merecíamos ser creados? La respuesta es ¡no!, no es posible que nada merezca algo. Un ser que todavía no fue creado no hizo nunca nada para recibir siquiera un poquito de mérito.
De la nada venimos por la pura bondad de Dios. Un pastor amigo solía cantar, que no merecía nada y enfatizaba, que en realidad merecía menos que nada por su condición de pecador, es decir de maldad. Nuestro pecado es imposible de ocultar, a pesar de algo tan evidente, Dios no nos destruye por su bondadosa misericordia.
¿Por qué vino Jesucristo a morir por nosotros pecadores? Por la bondad y misericordia del Dios Padre. Su gracia es a causa de su bondad.
Los seguidores del amor de Dios, en gran número, creen que son amados porque así lo merecen, sin darse cuenta que son merecedores de nada. Sus líderes les hacen creer que al contar con el amor de Dios ya son prácticamente superhombres o súper mujeres y que nada se les podrá interponer en su camino. Se declaran vencedores sobre todas las cosas y se la pasan declarando fantasías en el nombre de Jesús.
Están los otros que se saben pecadores y reconocen que no merecen el amor de Dios, pero lo tienen. Su problema es que centran todo en el maravilloso amor de Dios, sin detenerse a pensar en la justicia y severidad de Dios. No le quieren atribuir al Todopoderoso la más mínima posibilidad de que Él puede mandar al infierno a quienes rechazan su bondad.
Cuando vemos una persona con mala actitud o mal comportamiento decimos que es merecedora de nuestra misericordia, porque Dios tuvo misericordia de nosotros. Sin embargo, ninguno de nosotros es merecedor de la misericordia, de la bondad o del amor de Dios.
Dios es bueno tanto como es amor o es justicia o es omnipresente, inmutable, eterno u omnisciente; no es posible indicar que uno de sus atributos tiene más peso que otro, porque todos son infinitos y perfectos. Tampoco es posible llevar a Dios a que ame, castigue o perdone, Él hace lo que hace por causa de sí mismo, y no hay nada que esté fuera de Él que le pueda inducir a hacer algo.
Agradezcamos a nuestro hermoso Dios por su bondad, aunque sabedores de no merecerla, la recibimos y nos gozamos de ella. Adoremos a Dios recordando que nada somos y nada merecemos, y que, a pesar de ello, Él nos bendice con su infinita gracia. Conocedores de nuestra maldad, convirtamos toda nuestra culpa en adoración, desde ahora y para la eternidad.
Les deseo un día muy bendecido.