Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Romanos 11:34-35 RVR1960
Queridos amigos, Dios fue rebelándose gradualmente al hombre, a pesar de ello, mucho debe quedar como un misterio (temporalmente) incomprensible. Es suficiente decir que todo procede de Dios, que todo tiene razón de ser por Él y que el fin de todas las cosas está en Él.
Dios nos ha regalado una mente con gran capacidad de pensamiento, pero es finita, y cuando la mente llega a su límite, no queda otra cosa que ponerse en las manos de Dios y confiar en Él.
Cuando no podemos dar una explicación solemos atribuir el resultado a la suerte o a la casualidad (ninguna de las dos existe). De similar manera afrontamos situaciones problemáticas en las cuales no encontramos una solución, entonces debemos contentarnos dejándolas en las manos de Dios, diciendo, además, que se haga Su voluntad, porque es perfecta.
Nos entregamos en sus manos, porque por fe sabemos que podemos confiar en un Dios bueno, justo y amoroso. Sabemos que su amor es inmensamente ancho y largo, así como alto y profundo, pero no podemos dimensionarlo en su real medida, porque, a pesar de nuestra mente desarrollada, sobrepasa nuestro conocimiento personal y a todo conocimiento humano (Efesios 3:18-19).
La distancia entre Dios y sus criaturas es inconmensurable. Sus pensamientos y los de los hombres se encuentran extremadamente distantes los unos de los otros, de tal manera que conocer sus caminos es imposible. Los caminos del Señor son misteriosos como la senda del viento, o como la forma en que el espíritu humano se infunde en el cuerpo del niño aún en el vientre de su madre (Eclesiastés 11:5).
Siendo así, ¿habrá hombre en el mundo que le podrá enseñar a Dios cómo gobernar? La mejor forma de gobernar es siguiendo lo que Dios manda, incluso cuando parezca no tener sentido, pues su soberanía es indivisible de su amor, verdad, perfección y justicia.
¿Qué sería de este mundo sin la Providencia de Dios? Sin su intervención divina estaríamos librados a nuestra propia suerte, con los peligros y riesgos que ello conlleva. Él interviene cuando es preciso y adecuado, sacándonos del fango. Cuando en retrospectiva analizamos nuestras vidas nos damos cuenta cuánto hubiésemos sufrido sin su intervención providencial.
A pesar de que nada nos debe, Él actúa. El porqué de cómo actúa, está lejos de nuestra comprensión. Nadie le puede aconsejar o guiar, aunque existen muchos desubicados que se animan a criticar sus caminos.
Ante un Dios infinito, Todopoderoso, omnipresente, omnisciente, inmutable, Santo, justo y perfecto, sabiendo que Él es la fuente de todo, y que Él mantiene este mundo en el equilibrio adecuado, ¿habrá alguien que pueda decir que no todos dependemos absolutamente de Él?
Lamentablemente hay quienes dudan de Él y hasta lo niegan y rechazan. Así como también existen aquellos que creen que lo pueden ayudar con ideas y acciones. Todos ellos necesitan a Jesucristo con urgencia. Quiera Dios tocar sus corazones y que ellos entiendan que todo es para Su gloria. Que la salvación también es una obra sustentada por Su poder.
Dios tiene un propósito dentro de la historia de la humanidad, el obra sobre judíos y gentiles según su sabiduría. No sabemos ni comprendemos a fondo los detalles de su plan, incluso bajo dichas circunstancias nuestra humanidad nos impulsa a querer discutir sobre dicho propósito.
Pablo nos recuerda cuál es nuestra posición de meros mortales para no incurrir en tal error. Dios es la fuente de todas las cosas en el cielo y en la tierra, y como tal, puede proceder soberanamente sin dar explicaciones a nadie.
Solo nos queda decir, al igual que el apóstol Pablo: Alabado sea el Señor, a Él sea toda la gloria por los siglos de los siglos. Amen.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.
