Dios nos tenga compasión y nos bendiga; Dios haga resplandecer su rostro sobre nosotros, Selah Salmo 67:1 NVI
Queridos amigos, mientras no conocemos a Dios, no somos conscientes de la extrema necesidad de compasión que tenemos.
Aunque la pseudociencia nos pone en condición similar a la de los animales, porque biológicamente habríamos evolucionado como otro animal más, la realidad es que Dios nos creó a su imagen y semejanza, y para que la raza humana se enseñorease sobre la tierra.
El hecho de haber sido creados de manera tan especial conlleva una enorme responsabilidad, especialmente porque el motivo por el cual estamos aquí es el de vivir para la gloria de Dios.
Y vivir para Su gloria implica hacer todo lo que a Él le place, y aquello que le representa aroma agradable que podemos hacer, es cumplir con su voluntad, porque sus mandamientos no son gravosos (1 Juan 5:3). Todo lo demás le huele a podredumbre.
El orgullo y egoísmo llevan a no realizar los sacrificios que le son de olor fragante. La humanidad entera que fue creada para la gloria de su Creador, se dedica a vivir para su propia gloria. Y a pesar de ello, todavía cree que Dios le debe algo y osa preguntarse el porqué de tanto sufrimiento en el mundo.
Ese comportamiento es digno de gran castigo. Por eso la Biblia enseña que la humanidad está bajo la ira de un Dios justo, pues no entiende y no ve, que va camino de la perdición. Porque si tuvieran discernimiento y ojos para ver, muchos pedirían compasión como el reo en el cadalso.
Pero Dios es compasivo intrínsecamente, la misericordia es uno de sus maravillosos atributos, y si Él quiere, puede obrar misericordia sobre cualquiera de sus criaturas, incluso sobre el más malo.
Al no saber nadie más que Él, sobre quién será ejercida su compasión, lo que queda es pedirle, de forma individual y también en grupo, que tenga misericordia y que haga resplandecer su rostro sobre nosotros.
El impío que no busca vivir para Su gloria, pero que está empapado de religiosidad, pedirá que Dios tenga misericordia de él y que haga brillar su rostro sobre él, pensando que es una petición justa.
Le pide al Señor, pero por los motivos equivocados, pues no es consciente de la dimensión de su pecado, y, en verdad, no desea vivir para lo que fue creado, es decir, para la gloria de Dios. Anhela ser bendecido, porque sabe que cualquier bendición del Creador solo puede ser buena, pero no discierne, que para los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, incluso aquellas que se perciben como muy malas (Romanos 8:28).
Los que son llamados conforme al propósito de Dios, son aquellos de quienes el Padre tiene misericordia y bendice con gracia. A pesar de haber sido justificados de su pecado y contar con el perdón para vida eterna, continúan pidiendo misericordia, pues reconocen su condición de pecadores y saben de la agresión a la santidad de Dios que generaron y continúan generando a través de sus transgresiones.
Y cuánta bendición existe, cuando Dios hace resplandecer su rostro sobre las personas. Esa es clara señal de que existe paz entre el Padre celestial y ellas, gracias al sacrificial acto de justicia de su Hijo Jesucristo, que se hace efectivo sobre la vida del pecador a través del don de fe.
Pero los que aún rechazan al Creador son como el mar agitado, que nunca está tranquilo, sino que continuamente revuelve el lodo y la tierra. No hay paz para el perverso, dice Dios (Isaías 57:20-21).
Que Dios tenga misericordia de nosotros y haga brillar su rostro sobre nuestras vidas. Hagamos su voluntad, entonces su luz resplandecerá desde la oscuridad, y la oscuridad que nos rodea será tan radiante como el mediodía (Isaías 58:10).
Les deseo un día muy bendecido.