En realidad, tú eres para ellos tan solo alguien que entona canciones de amor con una voz hermosa, y que toca bien un instrumento; oyen tus palabras, pero no las ponen en práctica. Ezequiel 33:32 NVI
Queridos amigos, no sorprende observar cómo el hombre natural acomoda a sus necesidades el contenido de la Palabra, interpretándola a su gana y gusto.
Por ejemplo, muchos afirman erróneamente que todos somos hijos de Dios, como suena bien se toma el concepto al vuelo sin hacer ningún esfuerzo por confirmarlo bíblicamente, y cuando se enteran de la verdad, se resisten a creerla. Viven fantasías sustentadas en creencias equivocadas.
Pero lo peor es cuando hacen más agradables sus fantasías utilizando contenidos de la Palabra, sin que haya contrición ni arrepentimiento, pues sus conciencias se mantienen tranquilas y sus corazones continúan latiendo para el mismo lado.
Suena muy duro decir que alguien asiste a una congregación de sana doctrina los domingos por un motivo poco digno, pues cualquiera que sea su motivación, si no es la glorificar al Señor, resulta indigna.
Muchos se congregan porque les gusta la música de la alabanza, otros porque las palabras desde el púlpito complacen sus expectativas o necesidades, para participar de las actividades, otros para no aburrirse ni estar solos y así sucesivamente. El problema está en que no escuchan el mensaje de Dios y menos lo ponen en práctica.
“Que lindo que habla el pastor”, son palabras comúnmente expresadas, pues la gente desea oír esas palabras que gustan, porque tiene comezón de oír lo motivacional, pero cuando escuchan la verdad de la sana doctrina, el pastor se convierte en demasiado duro y exagerado, en alguien que desmotiva (2 Timoteo 4:3).
La sana doctrina no la soportan quienes no tienen oídos para oír, y por otra parte, triste pero cierto, la sana doctrina tendrá cada vez menos expositores. La sana doctrina se convierte en un problema para los impíos, porque se opone drásticamente a las pasiones humanas.
Los exhorto a pensar si han reducido su participación en el culto dominical a un nivel de entretenimiento, si así fuera no le están haciendo bien a nadie. Congregarse tiene como fin supremo la adoración a Dios, si se hace es para Su gloria.
Muchos asisten porque alguien los convenció de que es bonito y que la van a pasar bien, y después salen con motivos para oponerse. Otros son fieles asistentes por pura costumbre.
Pero sin importar los resultados escucharon la sana doctrina de la boca de un siervo de Dios, tuvieron la oportunidad de aprovechar de la misericordia del Padre celestial, el resto ya es cosa de Dios.
Para el cierre, el discernimiento lo da Dios, pero es imprescindible estar atento a la verdad, pues cuando se desvía de la verdad, aparecen las medias verdades y finalmente las complacientes mentiras. Si el Evangelio no les duele, quizás no sea la verdad la que están escuchando.
Les deseo un día muy bendecido.