«Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y di a los pastores: “Así dice el Señor DIOS: “¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? Ezequiel 34:2 NBLA
Queridos amigos, alguien me preguntó hace años atrás: ¿cómo se convierten las personas en pastores? ¿De dónde adquieren esa autoridad?
Las preguntas venían de un trasfondo vinculado a defender una posición, pues la persona en cuestión se sentía ofendida y hasta agredida, por un pastor en específico. Su punto era: ¿qué se creen estos autonombrados, que hacen más mal que bien?
Bíblicamente hablando lo que les da la habilitación a los pastores es su llamado, es decir que Dios les otorga las condiciones y les pasa la responsabilidad para que realicen la obra del pastorado para la que son llamados. Un pastor genuino no debe ser elegido por su capacidad de liderazgo ni por la calidad de su oratoria ni por el poder o influencia que puede llegar a tener con un grupo de personas.
Según el modelo vigente un pastor ejerce autoridad sobre su rebaño y lo debería hacer sustentado en la verdad y la justicia, mientras que si ejerce su función basado en el poder y la influencia ambos elementos serán los que dominen sobre la congregación, con los consiguientes resultados.
La “autoridad” del pastor se basa en el profundo conocimiento de la Palabra de Dios, y su entrega y obediencia a esa misma Palabra. El pastor debe tener el llamado y debe ser confirmado por la iglesia, la cual está compuesta por hermanos en Cristo del mismo pastor, es decir que gozan de los mismos derechos ante Dios, siendo sus obligaciones cristianas las mismas, con la diferencia del llamado específico para cada uno de los hijos de Dios.
El apóstol Pablo define con precisión cómo debe ser una autoridad de la iglesia: Pero es necesario que el obispo (pastor) sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo (1 Timoteo 3:2-7).
Observamos que el Buen Pastor llama a los pastores (en plural) para que vayan delante de las ovejas mostrando el camino mientras ellas le siguen (Juan 10:4). Los buenos pastores aman a su rebaño y oran por él, lo alimentan, lo guían por buen camino, lo aconsejan y se ocupan de servirlo.
También deben cumplir con la función protectora de ahuyentar a los lobos hambrientos, que tienen apariencia de piedad (2 Timoteo 3:5), así como reprender y exhortar a sus ovejas cuando sea necesario. Deben dedicar su tiempo a cuidar las ovejas puestas bajo su pastorado, sobre las que deben rendir cuentas al Señor.
Se podría discutir sobre el hecho de que un pastor se perpetúe en una iglesia local determinada, quizás sería mejor que no existiese el pastor vitalicio, y mucho mejor si hubiese dos o más pastores, pues un gran error de estos días es el pastor llanero solitario, en la Biblia siempre se habla de los pastores, en plural.
Es interesante observar que los pastores aparecen en el número cuatro dentro de la lista de dones espirituales descritos en Efesios 4:11 (aunque no se sabe si está por orden de importancia y es probable que los términos pastor, obispo, anciano, presbítero sean sinónimos), es decir que son un integrante más dentro del equipo de liderazgo espiritual de la Iglesia, aunque ya no nos encontraremos con apóstoles ni profetas genuinos en estos tiempos. Lo curioso es que se hace mucho énfasis en la función del pastor, soliendo ponerlo en un pedestal por la nueva importancia que se le otorga en estos días.
Considero que la concentración en la autoridad pastoral, representada en una sola persona, no es del todo bíblica. El rol bíblico no tiene que ver tanto con autoridad, sino con apacentar y enseñar. Me parece que muchos pastores de sana doctrina son más maestros, pues su llamado es más para enseñar que para apacentar.
¿Cuántos seudo pastores habrá en el mundo? De seguro existen miles que no tienen el llamado genuino de Dios y tampoco pueden ser confirmados por la iglesia, porque donde pastorean no hay iglesia verdadera.
No son pastores de la grey del Buen Pastor y actúan únicamente como asalariados: Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas (Juan 10:12-13). Éstos se caracterizan por exigir diezmos con mucho énfasis.
O peor, son lobos disfrazados de ovejas (Mateo 7:15), que nada saben de un rebaño, lo único que quieren es devorarlo.
Pero puede también haber pastores convertidos, que no tienen el verdadero llamado y no conocen a su rebaño, puede haber ovejas descarriadas, enfermas, magulladas, pero no las vigilan ni las protegen. Las ovejas creen tener un pastor pero sin saber están andando descarriadas. Se podría decir que este tipo de pastor abusa de la confianza depositada en ellos, pues no sabe que no sabe o sabe que no sabe, pero de igual manera cae en la trampa de la negligencia.
La buena noticia es lo que dice Dios: Yo mismo buscaré Mis ovejas y velaré por ellas (Ezequiel 34:11). El Buen Pastor elige y compra a sus ovejas, puede que no use a un pastor terrenal para este fin, porque Él conoce a su grey y su rebaño le conoce, porque además conoce su voz. Alimenta a sus ovejas y las hace acostar junto a aguas de descanso y da su vida por ellas (Juan 10:11).
En resumen se debe aplicar el discernimiento que Dios pone en sus hijos para identificar a los malos y buenos pastores. Si en una iglesia local existe el fruto de la unidad de fe, comunión en una vida centrada en Jesucristo con crecimiento hacia Su estatura; los hermanos conocen la sana doctrina y dejan de ser como niños fluctuantes e inestables; los miembros siguen la verdad y la justicia bajo el principio del amor, todo esto podría atribuirse a un buen liderazgo, que no debería ser monopolizado por un único pastor.
Para cerrar, tengamos presente que el mayor debe servir al menor. El más importante debe comportarse como el menor, y el que lidera como el que sirve (Lucas 22:26). Si se ve que el pastor está dejando que le sirvan sin servir, es menester huir y no parar hasta estar lejos de su influencia.
Les deseo un día muy bendecido.