¿Por qué contiendes contra él? Porque él no da cuenta de ninguna de sus razones. Job 33:13 RVR1960
Queridos amigos, en ciertos círculos de gente que se dice cristiana, escuché que un “cristiano” se había enojado con Dios.
En mi ignorancia me pareció hasta espiritual, porque el susodicho manifestaba haber sostenido por buen tiempo su condición de enojo, pero que ya había vuelto al redil. Tal cual como aquellos que dicen que se alejan de Dios y después vuelven a Él con toda libertad. Lamentablemente, se trata de pensamientos y conceptos completamente errados.
¿Cómo será posible siquiera pensar en discutir lo más mínimo con Dios? Sin embargo, existen aquellos que se animan a pleitear con Él, exigiéndole cosas, que según ellos Él debería de darles. Quien así procede es un necio, que no aquilata su condición de criatura débil y pecadora, merecedora de nada.
Contender con Dios es como discutir con la sabiduría, argüir contra la inteligencia, altercar contra el conocimiento, debatir contra la justicia u objetar la verdad de Dios, es decir, un absoluto sinsentido. ¿Quién podrá ser tan sabio, inteligente, versado, justo y conocedor de la verdad como para estar en condiciones de alegar algo con autoridad contra el Creador de todo? Es una pregunta retórica, cuya respuesta es: Nadie jamás estará a la altura del Ser supremo.
Dios es el gran Creador perfecto de todas las cosas, dueño y Señor del universo, incluidas todas sus criaturas, y como tal, no debe explicaciones a nadie, ni nadie tiene el derecho de pedirle explicaciones de cualquiera cosa que ocurra.
Muchísimas cosas de las que Dios hace son incomprensibles para el humano, incluso cuando el hombre cree entender lo que Dios hace, existe el peligro de que no lo comprenda en la magnitud total gracias a su conocimiento y discernimiento limitados. Pero de lo que el hombre debe estar seguro, es que el Dios perfecto siempre actúa con bondad, verdad, justicia y sabiduría infinita.
Cuánto más informado se está, es siempre mejor. Se suele decir que la información es poder y, por tanto, un buen síntoma de seguridad. Es natural en el hombre, que quiera saber todo lo concerniente a su vida, especialmente los motivos para estar pasando por una determinada circunstancia. Job también deseaba saber la causa de su tremendo infortunio y extremo sufrimiento.
Eliú, el amigo de Job, se equivocó al pensar que Dios le estaba dando respuestas a Job sobre los motivos de su estado y que él no estaba escuchando. En verdad, Dios no da ni debe dar cuenta de ninguna de sus razones.
Pensemos, si Job hubiese tenido el panorama completo de antemano, ¿habría tenido la prueba sobre él el mismo efecto? La gran prueba para Job no eran el dolor, la pérdida y el sufrimiento, sino el hecho de no conocer el motivo de sus pesares para que confiara en Dios.
Jesús le dijo a Pedro que lo negaría tres veces. Pedro pensaba que eso era imposible, pero terminó negando a su Señor. Si le hubiese dicho: “querido Pedro, tú me negarás, pero luego superarás todo y estarás conmigo”, el efecto de la prueba jamás habría sido el buscado.
De igual manera, pensemos en lo que hubiera pasado, si Dios le hubiera dicho a Job: “Hijo mío, Satanás te va a poner a prueba haciéndote de todo, yo confío en ti y al final todo saldrá bien”.
Dios quiere que confiemos en Él, que nuestra fe sea el instrumento que nos ayude a no separarnos de Él, sin importar por las circunstancias que estemos pasando. Las pruebas más grandes son aquellas que llevan a confiar en la misericordia y bondad del gran Creador de todas las cosas.
Les deseo un día muy bendecido. “Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.