¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Salmos 84:1-2 RVR190
Queridos amigos, con este par de versículos nos encontramos al principio de un himno que describe los anhelos y expectaciones de los peregrinos que iban subiendo a Jerusalén.
Para estas personas era un tiempo de gozo y de mucho canto. Es hermoso imaginar el compañerismo, la alegría y el espíritu de adoración que existía entre ellos.
Cuán amables son tus moradas, oh Jehová. Se refiere al centro de culto de adoración del templo, el santuario, que permitía al santo del Antiguo Testamento acudir ante la presencia de Dios. También es un anhelo por la casa de Dios.
El salmista ama a Dios y ama su santuario. Se trata de un lugar de gozo donde queremos estar y así debe ser el lugar de reunión de la iglesia.
El salmista dice «me muero» por el deseo intenso de adorar a Dios, me siento tan feliz…
Su corazón y su cuerpo están involucrados, o sea todo su ser, en su gran anhelo de adorar al Dios vivo, al único y verdadero.
Finalmente es importante realzar que el salmista conoce muy bien a quién va a adorar, no es cualquier dios, se trata nada menos que del Señor de los Ejércitos, Jehová-Sabaot, quien cumplirá siempre sus propósitos, aunque fracasen las huestes terrenales, por qué es Señor de los ejércitos celestiales.
Que nuestro amado Señor Jesucristo les bendiga.