Los hijos de tu pueblo dicen: “El Señor no actúa con justicia”. En realidad, los que no actúan con justicia son ellos. Ezequiel 33:17 NVI
Queridos amigos, el típico juicio del impío se dirige a cuestionar las cosas malas que le suceden a gente buena, preguntándose dónde está ese Dios bueno del que tanto se habla.
¿Por qué Dios, que posee los atributos de amor, bondad y misericordia, permite que pasen cosas malas? Esta es una pregunta comúnmente dirigida a los creyentes y que no es difícil de responder, pero cuesta conseguir que se entienda la respuesta, porque el impío confía ante todo en su propia justicia, desconociendo la justicia de Dios.
Una gran cantidad de las desgracias de este mundo son causadas por el hombre. En cada nuevo día la gente puede escoger vivir una vida desordenada o vivir en derecho y justicia. Cada uno es responsable de sus propias acciones; su libre decisión determinará los resultados de cada día. En realidad, la rebelión del hombre contra Dios es la que viene creando mucho dolor.
El hombre no puede argüir desconocimiento del derecho y de la justicia. Dios en su infinita sabiduría ha instalado en el hombre el sentido moral, y cualquier habitante de este mundo sabe que robar, mentir y matar es malo sin que haya tenido que pasar por una instrucción específica.
La ley del hombre también se debe respetar en ese sentido. El campesino que conduce en la ciudad y se pasa un semáforo en rojo será multado a pesar de esgrimir desconocimiento de dicha norma, porque todo ciudadano debe hacerse responsable de sus acciones, indiferente de si conoce o no la ley, pues puso en potencial peligro a otros y la ley es de cumplimiento obligatorio para todos.
Puede que haya cruzado el semáforo en rojo en medio de la noche sin haber sido visto y sin haber puesto en peligro a nadie; eso no le quita la culpabilidad de la transgresión. Lo mismo sucede con las transgresiones de la ley de Dios por parte de los hombres, con la agravante de que nada se le puede ocultar a Dios.
La ignorancia de la gente conduce a que se hable de un Dios vengativo del Antiguo Testamento, como si se tratara de un Dios diferente al del Nuevo Testamento. Uno de los atributos de Dios es su inmutabilidad, es decir que Dios no cambia como solemos cambiar los humanos. Él se mantiene en todos sus atributos de manera eternamente inmutable, incluida su justicia.
Cuando se desconoce sobre la justicia de Dios, no se logra entender los motivos, que lo llevaron a atacar a Egipto con tantas plagas, a exterminar cantidades importantes de gente de su pueblo escogido, a ayudar en el exterminio de pueblos enteros, en la conquista de la tierra prometida o a destruir Sodoma y Gomorra.
Ninguna de dichas obras fue realizada por Dios de manera injusta y menos arbitraria. Recordemos que no hay uno solo bueno ni justo (Romanos 3:10-18), y que todos somos merecedores de juicio y castigo. No existe excepción alguna en la historia de este mundo, comenzando por Adán y Eva. Todos somos herederos de la condición caída, y todos somos pecadores, y la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23).
Como pecadores, ninguno de nosotros actúa con justicia. Entonces, ¿qué le podemos reclamar a Dios, sabiendo que Él siempre actúa con justicia? Es posible que tengamos un cúmulo de buenas obras a nuestro favor, pero si nos volvemos de nuestros buenos caminos para hacer el mal, todo lo bueno pasado de nada servirá a los ojos de Dios, pues Él obrará en justicia, castigando con la muerte por el mal realizado.
Pero si el más malo de los impíos se vuelve de sus caminos de maldad y comienza a vivir en rectitud y justicia, lo malo que hizo antes será olvidado y vivirá. La maravillosa gracia de Dios obra cambios increíbles sobre quienes recae. Puede que llegue la destrucción y la ruina, pero el que vive en justicia será preservado y vivirá.
Decir que el Señor no actúa con justicia es blasfemo en su totalidad, y creer que nuestra justicia es superior nos convierte en soberbios petulantes. No confiemos en nuestra propia justicia y tampoco presumamos de ser autosuficientes, porque correremos el altísimo riesgo de caer en iniquidad.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.