Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto. Malaquías 1:2-3 RVR1960
Queridos amigos, el amor de Dios se expresa de diferentes maneras y el hombre natural no sabe interpretarlas por no tener ojos espirituales para ver.
La gracia común es un gran ejemplo del amor de Dios para con el hombre. El sol y la lluvia son imprescindibles para la agricultura y están ahí para todos. Otro gran ejemplo que muchos en su ceguera no se dan cuenta que es una maravillosa manifestación del amor de Dios, es la vida misma regalada a cada uno de los habitantes de la tierra.
El profeta Malaquías se encontraba ante un pueblo de corazón endurecido, que además estaba pasando por una época difícil. Le costaba inflamar los corazones de la gente con el amor de Dios. El Todopoderoso les estaba hablando a través de él y les decía: “yo les he amado” y la dura respuesta que recibió fue “¿en qué nos amaste?”
En la historia del pueblo hebreo Dios había manifestado su amor de manera continua, pero el pueblo del tiempo de Malaquías no veía reflejado dicho amor en ellos, y estaba celoso, porque percibía que Dios había amado a sus antepasados, pero a ellos los estaría abandonando.
“Los recuerdos de tu bondad son buenos y hasta pueden inspirarnos, pero vivir de ellos no aporta para mucho, ahora es cuando necesitamos de tu amor”, ese era el posible argumento que esgrimían en su queja.
Esa no es una condición exclusiva del pueblo escogido de Israel, pues la humanidad sin Dios espera el amor de Dios, como si fuera una obligación del Creador. Tú eres “mí” Dios y me debes “tu” amor a “mí”, es la posición egoísta del hombre natural.
La causa raíz del pecado en el hombre es la ausencia de la piedad según Dios, pero considero que la insensibilidad al amor de Dios es otro elemento que aporta de manera contundente a la vida en pecado.
El sufrimiento por el que estaba atravesando el pueblo era muestra suficiente para ellos como para deducir que Dios no los amaba. Es una conclusión sin fundamento, pues está escrito que Dios aflige a quienes ama.
En vez de atribuir su tribulación a sí mismos a causa de su pecado, se atrevían a acusar a Dios por su malestar. Demostraban una constante actitud de impíos. No reconocían sus pecados.
Dios había amado por gracia a Jacob y había aborrecido a Esaú, hermanos mellizos hijos de Isaac. Esaú no recibió el regalo de gracia, por tanto, su destino fue recibir la ira de Dios como todos los pecadores. Dios favorece soberanamente a quien quiere, pues Él tiene misericordia de quien quiere tener misericordia (Éxodo 33:19) y da gracia a quien el quiere darla.
Los edomitas, descendientes de Esaú (Edom) habían sido completamente exterminados, ya no existían hace tiempo. Pero los descendientes de Jacob estaban vivos, habían trascendido en el tiempo.
El Señor escoge por gracia a su pueblo para que sea santo, se trata de la Iglesia la novia de Jesucristo. Él nos amó primero, porque es imposible que nosotros le amemos primero. Amamos a Dios solo porque Él ya nos ama.
Los convertidos debemos valorar en la justa medida la misericordia y gracia de Dios, y no debemos cansarnos de pedir perdón por nuestros pecados y agradecer por tan maravillosa bendición.
Les deseo un día muy bendecido.