Y ella les respondía: No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. Rut 1:20 RVR1960
Queridos amigos, cuando la terrible tormenta arrecia y la noche es de impenetrable oscuridad parece que todo está perdido, y en la desesperación se empieza a buscar a Dios.
Entonces el Creador debe oír lamentos y pedidos de ayuda, incluso recibe promesas, pero cuando la tormenta amaina y se ven las primeras luces del nuevo amanecer, volver a la normalidad, olvidando a Dios, resulta ser lo corriente. Esa suele ser la tónica entre aquellos que creen en Dios con una fe intelectual, acuden a Él solo cuando lo necesitan, como si fuera un servicio de emergencias.
Si la aflicción en los impíos los lleva a buscar a Dios, aunque de manera temporal e interesada, en los creyentes produce importantes y extraordinarios cambios. Noemí había abandonado Israel por necesidad, pero aun así estaba segura en la compañía de su familia. Poco antes de regresar lo había perdido todo, o casi todo, su marido e hijos habían fallecido y además de su dura condición de viuda la pobreza la acompañaba.
El vacío en la pobre mujer era tal, que de llamarse Noemí cuyo significado es “mi dulzura”, “mi delicia” o también “encanto” quiso ser llamada Mara, que significa “amarga” o “amargura”. La seguidilla de sucesos había conseguido que su espíritu fuese amargado.
Quizás Job haya sido el campeón de las aflicciones, sin embargo, nunca dejó de confiar en el Altísimo. En Job 6:4 podemos ver una pequeña parte de su sufrimiento: Porque las saetas del Todopoderoso están en mi, cuyo veneno bebe mi espíritu; y terrores de Dios me combaten. De igual manera se percibe profunda aflicción en el salmista: Pues he sido azotado todo el día, y castigado todas las mañanas (Salmos 73:14), a pesar de ello tampoco se alejó del Padre.
Observamos cómo la fe genuina obra sobre quienes pasan por aflicción, pues ni el salmista ni Job cejaron en su firmeza para con Dios. Noemí no fue la excepción, ella reconoció que su aflicción venía de Dios y se mantuvo firme. Ante tan severa disciplina ésta hija de Dios demostró estabilidad espiritual, su sufrimiento fue heroico y soportó sus penurias con humildad para continuar viviendo una vida enfocada en Dios.
Noemí nunca rechazó a Dios, incluso cuando manifestaba abiertamente su sufrimiento. La enseñanza para nosotros es la de no perder de vista los recursos que Dios pone a nuestra disposición. Su amor por sus hijos sufrientes es inconmensurable, en Él encontramos la fuerza para superar nuestras vicisitudes y también las mayores pruebas.
No debemos dar cabida a la amargura y la desilusión, incluso en nuestros peores momentos. Tengamos la firme certeza que el Señor nos acompaña y nos bendice, ¿acaso no hemos disfrutado de los maravillosos dones que Él nos regala? Somos bendecidos con el don de gozo y el don de paz, una gran ayuda en el momento de la aflicción.
Entendamos que el sufrimiento a través de las aflicciones no es lo que Dios busca. Su objetivo es hacernos crecer en fe, fortaleciendo nuestro espíritu siempre y cuando sobrellevemos las aflicciones de manera correcta. Es conveniente que nuestro corazón sea humillado para hacernos dar cuenta de nuestra tremenda necesidad de Dios.
En lo bueno y en lo malo vivamos siempre en dependencia de nuestro Señor y aceptemos sus pruebas con gozo y confianza.
Les deseo un día muy bendecido.