Entonces David dijo a Gad: Estoy en grande angustia. Ruego que yo caiga en la mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas en extremo; pero que no caiga en manos de hombres.” 1 Crónicas 21:13 RVR1960
Queridos amigos, Hebreos 10:31 nos enseña que: “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”
Significa que no hay peor cosa que recibir el castigo de Dios y está relacionado a una vida de transgresión constante, de pecado sin arrepentimiento, que tiene como resultado la perdición eterna.
El Señor protege a los que le son leales y le aman, pero castiga severamente a los arrogantes que no le quieren conocer y reconocer.
David sabía de lo horrendo que es caer en las manos de Dios, especialmente cuando le llega la hora al pecador de recibir su merecido castigo.
Sin embargo, él estaba tranquilo, porque en el Salmo 26:1 menciona que él había andado en integridad y que había confiado en Jehová sin titubear.
Confiaba en su Señor, se sustentaba en sus misericordias, él mismo afirma en el Salmo 30:5 que Su ira será un momento, pero su favor dura toda la vida. Quizás tuviera que sufrir un poco cayendo en las manos del Señor, y continúa el Salmo diciendo, que por la noche será el lloro, pero por la mañana vendrá la alegría.
Es admirable observar el altísimo nivel de confianza, es decir fe, que David tenía en Jehová, no le cabía la menor duda de que Dios era su benefactor y que encontraría misericordia y salvación en Él.
David pecó contra Dios realizando un censo que no estaba autorizado. El Señor quería que sus siervos confiasen en Él, realizar un censo era como querer medir el poder de Jehová con el poder y los logros del rey, lo cual daría lugar a un falso orgullo en David.
David reconoció en su corazón que había pecado de orgullo y suspendió el censo, pero ya era demasiado tarde. A raíz de tal desobediencia Dios en su misericordiosa justicia le dio a elegir entre tres castigos: tres años de hambre, tres meses de destrucción a espada de sus enemigos o tres días de una terrible plaga.
Para David era obvio que caer en las manos de un Dios justo y misericordioso era mucho mejor que caer en manos de hombres, quienes probablemente demostrarían poca o ninguna misericordia. Por eso es que escogió tres días de plaga donde murieron setenta mil personas.
Ahora imaginemos a David sufriendo el peso de la culpa de su pecado, el cual había causado la muerte de tanta gente. ¿Puede acaso el pecado de uno ser motivo de muerte para otro? La respuesta es por supuesto que no, aquellos que murieron con la plaga recibieron justo castigo por sus transgresiones individuales y no así por el pecado de David. Si hubiese habido justos entre ellos, no hubieran sido tocados.
Sin embargo, las decisiones de un mandatario de estado tienen siempre consecuencias, las cuáles fueron nefastas para su pueblo en este caso.
Fue una clara muestra de misericordia hacia David y una contundente manifestación del juicio venidero para el resto.
Finalmente, David recibió una orden de Dios de edificar un altar como maravillosa señal de reconciliación. La expiación del pecado fue imprescindiblemente necesaria, Dios no puede pasar por alto las agresiones a Su santidad.
De similar manera Dios decidió que su hijo Jesucristo muriera en la cruz, a pesar de no ser culpable de pecado, para no tener que desatar su ira sobre nosotros y más bien conseguir una santa reconciliación con sus escogidos.
Les deseo un día muy bendecido.