Dije a los insensatos: No os infatuéis; Y a los impíos: No os enorgullezcáis; No hagáis alarde de vuestro poder; No habléis con cerviz erguida. Salmos 75:4-5 RVR1960
Queridos amigos, hace poco, con sorpresa y estupor, escuché el duro juicio que hacía una persona que estaba conmigo sobre otra que vio pasar.
Sin dudar en absoluto se lanzó a decir que se trataba de un tonto e inútil y que hacía poco o nada en la vida, siendo prácticamente un estorbo para su familia. Estoy seguro que fue uno de esos típicos comentarios que salen del corazón sin reflexión alguna. Son exabruptos comunes y en sumo destructivos y quien los vierte demuestra muy poca misericordia y gran orgullo, porque al expresarse de tal manera, está dando a entender que no solo se siente superior, sino que también tiene autoridad suficiente como para juzgar.
Dios mismo es quien está hablando, y dice su Palabra que “les dijo a los insensatos que no se infatuaran”, lo cual significa que no se volvieran fatuos, que no sean engreídos en sus actitudes, comportamientos o manera de hablar. Cuán atento hay que estar a no caer en las redes del orgullo.
Dios advierte contra el orgullo, porque no cabe duda que es la vertiente de todos los pecados. Adán y Eva fueron llevados a pecar porque su orgullo fue tocado. Lucifer cayó gracias a su orgullo. El orgullo es uno de los mayores estorbos para la obra de Dios en la tierra.
Podríamos ver al pecado del hombre como una amenaza para la creación, sin embargo, tenemos claro que Jesucristo consumó su gran obra en la cruz y salvó al mundo de ser destruido por completo.
En Cristo Jesús no existe el orgullo, Él está libre de todo pecado. Nuestra naturaleza carnal no permitirá que lleguemos a acercarnos a ese estado moral, por mucho que nos esforcemos.
La buena noticia es que todo creyente verdadero ha sido crucificado conjuntamente con Cristo (en términos espirituales) y ha muerto conjuntamente con Él para luego nacer de nuevo con una naturaleza renovada, ha recibido de Dios algo de su preciosa naturaleza divina, que sí permite disfrutar de una relación restaurada con Dios a través de una total reconciliación, lograda por la maravillosa obra de Jesucristo en la cruz del calvario.
Aquellos que rechazan a Jesucristo, los impíos, serán abatidos, pero antes reciben una advertencia para que dejen de ser atrevidos y orgullosos, les exhorta a no jactarse de su poder y que de ninguna manera persistan en su desprecio y arrogancia hacia la verdad de Dios.
Por otra parte, Dios exalta al justo. El enaltecimiento viene a través de la actitud contraria a la arrogancia del orgullo, viene por el camino de la mansa humildad. Solo quien reconoce a Jesucristo como su Señor y salvador y tiene claro que ya murió al pecado y puede entender y decir “ya no vivo yo, sino Cristo vive en mí”, podrá ser enaltecido.
Dios juzga con justo juicio y bendice con gracia sin que existan contradicciones en absoluto entre su misericordia y su justo juicio. El Señor no soporta la jactancia y recompensa el corazón humillado, desprecia a los soberbios y exalta a los humildes.
Si vemos un presente oscuro y sombrío, es por la ausencia de Jesucristo en nuestras vidas, de Él surgen todas las esperanzas presentes y también el cumplimiento de todas las promesas futuras, nuestra verdadera felicidad está en Sus manos.
Les deseo un día muy bendecido.