Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud. Salmos 143:10 RVR1960
Queridos amigos, sabemos que las leyes modernas del hombre en un país determinado son válidas para todos sin excepción en dicho país.
Por ejemplo, un campesino que no conoce los semáforos se pasa la luz roja, entonces será penalizado según la norma, incluso si esgrime en su defensa que nadie le había dicho que pasarse en rojo era penado por ley.
Por lo tanto el desconocimiento de las leyes humanas por parte de las personas no da lugar a que éstas no sean cumplidas cuando se las infringe.
Muchas leyes son efectivas en su cumplimiento, precisamente por el castigo que conlleva el incumplirlas.
De similar manera en el ámbito espiritual el incumplimiento de la ley de Dios lleva a la penalización, con la gran diferencia que la pena es única y definitiva porque se trata de la muerte eterna.
Siendo el castigo tan terrible el humano debería estar muy atento a no infringir la ley de Dios, sin embargo la insensibilidad del hombre natural es tal en temas espirituales relacionados con el Dios de la Biblia, que el cumplir esa ley le tiene prácticamente sin cuidado.
Cuan diferente es el sentir del hombre espiritual, que ha sido tocado por el Espíritu Santo y ha sido llevado a arrepentimiento y conversión genuinos. Tiene ansias de que Dios le enseñe a hacer su voluntad porque quiere ser obediente a todos sus preceptos.
El creyente sufre, porque teme no hacer o no haber hecho la voluntad de Dios, su objetivo es buscarla y llegar a conocerla. Tiene puesto todo su interés en lo que Dios desea y manda.
No es suficiente con tener el anhelo de hacer la voluntad del Creador, la intervención divina es imprescindible. El Espíritu Santo es quien ayuda al creyente a cumplir la ley y a vivir en rectitud. Es en ese sentido que el salmista le pide a Jehová ser guiado por su Espíritu, para lograr entender y realizar Su voluntad.
Que el Espíritu de Dios nos guíe para lograr vivir haciendo Su divina voluntad.