Oh Jehová, ¿qué es el hombre, para que en él pienses, O el hijo de hombre, ¿para qué lo estimes? El hombre es semejante a la vanidad; Sus días son como la sombra que pasa. Salmos 144:3-4 RVR1960
Queridos amigos, a los humanos nos encanta realzar nuestras habilidades y nuestros logros.
Estamos muy enfocados en elevar nuestra autoestima, incluso cuando va en desmedro de otros. Desde niños se nos enseña a ser competitivos, a que el éxito está en manos de los «vivos» y que si nos lo proponemos podemos lograr nuestros sueños.
Llegando a la madurez adulta nos vamos dando cuenta que muchas cosas habían sido diferentes.
Vamos tomando consciencia que nuestros días son en realidad como la sombra que pasa, que los afanes de la vida a poco llevan.
La percepción se hace aún más aguda a partir de que tenemos a Dios en nuestros corazones, es en ese punto que realmente logramos discernir lo poco que somos y lo exageradamente mucho que pretendíamos ser.
Entonces no es casualidad que el salmista le pregunte a Jehová por el motivo por el cual Él se digna fijar su vista en seres despreciables como los humanos que se pasan el tiempo desafiando y agrediendo Su infinita santidad a través de su constante pecado.
El mundo no nos dará tregua en su insistencia de hacernos creer que somos seres superiores, porque la vanidad es una de sus ocupaciones favoritas. Dios nos creó para que nos enseñoreásemos de este mundo, al no entender del todo bien este propósito, queremos llegar mucho más allá y en algunos casos hasta parangonarnos con Dios mismo.
Solo el Espíritu Santo y su obra sobre los convertidos da lugar a que realmente veamos lo que representamos como seres caídos y lo que podemos ser como seres espirituales tocados por el inconmensurable poder de Dios.
Les deseo un día bendecido, recordándoles que los humildes, los mansos, los pobres de espíritu serán bienaventurados.