Y esto os será ocasión para dar testimonio. Lucas 21:13 RVR1960
Queridos amigos, mientras almorzábamos compartiendo la visita de una amiga, llegamos a tocar el tema del matrimonio y nuestra visitante manifestó, que preferiría quedarse soltera si no encontraba un esposo convertido.
Cuando un tema incomoda, para no pecar de descortés, se suele conducir la conversación hacia lo jocoso, motivo por el cual se le recomendó a la amiga empezar a buscar de congregación en congregación, lo cual causó gracia.
Es ridículo para la mente del impío pensar que alguien pueda ser tan cerrado manteniendo tal convicción, para no decir fijación. Percibí que la miraban con un grado de conmiseración e imagino que por sus mentes flotaba el pensamiento “si esta pobrecita no está loca solo puede ser una perdedora”.
Los forasteros no comulgan con muchas costumbres de los lugares por donde transitan, de igual manera los convertidos genuinos no acompañan las formas de pensar y actuar del mundo, situación conducente a que sean vistos como timoratos y perdedores.
Creo que muy pocos creyentes se sienten amedrentados ante la amenaza de ser llamados perdedores. En la regla el nacido de nuevo es un perdedor para el mundo, porque no coincide con sus ideales y ambiciones. La buena noticia es que el perdedor en el nombre de Cristo, es ganador para la eternidad.
En ese contexto el cristiano no puede perder la paciencia y el dominio propio, o debilitar su carácter en Cristo. La firmeza en la fe debe ser manifiesta para garantizar su testimonio.
Aunque todavía no estamos en los tiempos finales, vivimos en días que ponen a prueba las almas de los hombres. Tengamos por seguro que Satanás está protegiendo su reino y, por tanto, trabaja sin parar para que la gente se aleje cada vez más de Dios.
Su objetivo es la ruptura definitiva y no cejará en sus intentos por conseguirlo. Y el hombre natural es su aliado sin saberlo, porque se deleita en su pecado, en su vida, (disoluta) justificada por los placeres de la carne y por la búsqueda de riqueza, mofándose de los pobres perdedores, que no saben lo que se pierden.
El sufrimiento lleva al humano casi naturalmente a anhelar la cercanía de la deidad. Los creyentes verdaderos quizás no estén pasando por sufrimiento externo, incluso si son vistos como perdedores, sin embargo, están cargando su cruz interna hacia la muerte de si mismos y de todo lo mundano que alguna vez habían apreciado.
Cristo fue claro en manifestar que sus seguidores tendrían que sufrir cosas duras por amor de su nombre. Gracias a Dios no están solos en su sufrimiento, pues la reconfortante presencia del Espíritu Santo les acompaña en los momentos en que se sienten abandonados. Las pruebas se hacen soportables, porque el Espíritu Santo conforta, protege y pone en el corazón las palabras justas y necesarias.
Quizás el creyente no esté preparado como cuando se estudia con dedicación para un examen, pero eso no importa, porque es el poder del Espíritu el que obra para dar el valor y la seguridad que permiten mantenerse firme en Cristo Jesús, dando fiel testimonio de Él a tiempo y destiempo, incluso en las situaciones más difíciles que se tengan que soportar.
La oposición del mundo a Jesucristo es ocasión para dar testimonio y seguir con su obra. Recordemos que muchos sufrieron muerte y martirio, y dejaron de existir dolorosamente, manteniéndose firmes en la fe; pero vivirán salvos en la eternidad, pues tuvieron temor de quien puede matar el alma.
No importa por lo que estemos pasando, nuestra función es ser instrumentos de Dios. No callemos a Jesucristo por miedo de lo que nos pueda pasar. Oremos para que con valentía y denuedo podamos hablar de Él, atestiguando de su maravillosa obra en la cruz.
Llevemos el Evangelio sin temor alguno de los adversarios, lo cual es para ellos señal de destrucción. Para nosotros, en cambio, es señal de salvación, y esto proviene de Dios. Porque a nosotros se nos ha concedido no solo creer en Cristo, sino también sufrir por Él
(Filipenses 1:28-29).
Le pido al Señor que les bendiga grandemente.
