Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. 2 Tesalonicenses 1:2 RVR1960
Queridos amigos, los dones espirituales que Dios regala a los hombres son maravillosos, considerando que su incalculable valor solo es reconocido por quienes llegan a disfrutar de ellos.
En el mundo del hombre natural se prioriza por sobre todo la búsqueda de “dones” como la inteligencia, el talento, la facilidad de palabra, capacidad de aprendizaje, habilidades específicas, tenacidad, sociabilidad, combatividad, buena memoria, etc. En tanto que para la gran mayoría la búsqueda de los dones espirituales queda relegada a los últimos lugares de prioridad.
La gracia es el don sobrenatural por sobre todos los dones, que conocemos, pues se trata de un regalo inmerecido, que cambia el destino espiritual del pecador, llevándole de algo en extremo terrible a algo que me animo a describir como el superlativo de lo sublime, siendo sublime de por sí el superlativo de hermoso.
Por la gracia pasamos de un estado de muerte eterna a un estado de vida eterna. La Biblia enseña que el pecador que no cree ya ha sido condenado (Juan 3:18), entonces de haber estado condenado, el pecador que es bendecido con el don de gracia divina es perdonado de su condena para pasar a gozarse de la libertad del pecado que los hijos de Dios disfrutan.
El saludo habitual del apóstol Pablo era su deseo de gracia y paz a quienes dirigía sus cartas inspiradas por el Espíritu Santo. Si bien los destinatarios eran miembros de las diferentes iglesias locales, que habían sido favorecidos por Dios con los dones de gracia y paz por ser convertidos, Pablo enfatizaba en ese su deseo de que todos fueran sobre bendecidos con gracia y paz.
El creyente debe vivir por gracia, es decir recordando que nunca será merecedor de un regalo tan maravilloso como el que Dios le hizo, no debe olvidar que no siendo digno de misericordia la recibió de todas maneras por la soberana voluntad del Dios Padre, quien es misericordioso con quien quiere ser misericordioso (Éxodo 3:19, Romanos 9:18).
Teniendo presente todo el tiempo la obra de Cristo Jesús en la cruz del calvario, que le permite ser perdonado de todas sus transgresiones ante Dios. Su agradecimiento debe ser eterno, el cual se ve reflejado en su anhelo de vivir como siervo de su Señor Jesucristo y buscando en todo momento hacer la voluntad del Padre.
Dios en su infinita sabiduría bendice al creyente también con el don de paz, que permite que el cristiano atribulado por los avatares del mundo y de la carne tenga reposo en su corazón, es decir esté acompañado de la paz del Señor en su corazón.
Mientras el mundo está nervioso, afanoso e inquieto el convertido goza de paz. Por un lado tiene paz para con Dios a través de Jesucristo (Romanos 5:1), quiere decir que Dios hizo las paces con él, porque el derramamiento de sangre de Cristo en la cruz es un acto suficiente para perdonar su agresión a la Santidad de Dios. El convertido está entonces en paz con Dios y en consecuencia puede recibir la paz de Dios, que específicamente es otro maravilloso regalo.
De la misma manera que el apóstol Pablo bendecía a las iglesias locales, les bendigo a ustedes queridos amigos, deseándoles que la maravillosa gracia del Dios Padre sea en sus vidas y que Su paz sea en sus corazones.
Les deseo un día muy bendecido.