Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Isaías 9:6 RVR1960
Queridos amigos, en este versículo hallamos una de las muchas profecías cumplidas en las Sagradas Escrituras sobre el reino venidero.
El profeta Isaías la escribió más de setecientos años antes de la encarnación de nuestro Señor Jesucristo, en un tiempo de grandes amenazas. El ejército Asirio oprimía grandemente al pueblo y las palabras del profeta servían de gran consuelo. Mediante ellas podían vislumbrar una luz al final del túnel, llegaría el día en el que el Mesías se manifestaría y conseguiría liberarlos de todos sus sufrimientos.
Existen interpretaciones que quieren llevar el cumplimiento de la profecía a otro tiempo y lugar. Hay quienes proponen que Isaías se estaba refiriendo a Ezequías, el hijo del rey Acaz, bajo cuyo gobierno se estaba suscitando toda la tragedia. Esta teoría y todas las demás se pueden refutar observando los títulos que utilizó el profeta para describir al niño en cuestión, no son designaciones que se usarían para describir a un humano, por más buen líder o gobernante que pudiera ser.
Los judíos esperaban a un Mesías cortado a la medida de sus necesidades, habían pasado por muchos momentos históricos difíciles y cruentos a causa de su desobediencia a Dios; los cautivaron, esclavizaron, maltrataron y también asesinaron. Aguardaban la llegada de un libertador, que les librase de todo yugo y opresión.
Cuando finalmente llegó el Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz de una manera completamente inesperada, pues nació sin previo aviso de la manera más humilde en un pesebre, y en apariencia no tenía ningún poder, la ceguera que caracterizaba al pueblo judío, una vez más, obstaculizó que pudiesen ver la Luz brillante del Redentor.
Es un libertador maravilloso cuyo Principado traerá la mayor de las liberaciones, que es la libertad de la esclavitud y del dominio del mayor de los enemigos, Él gobernará a las naciones del mundo. Su liberación no es aplicable a las aflicciones de este mundo terrenal, sino a la esclavitud del dominio de Satanás en el mundo espiritual.
La segunda persona de la Trinidad, el Hijo, que sería encarnada en un niño humano recibió del profeta una descripción que solo puede ser digna del Creador del universo. ¿Habrá persona engendrada de hombre y mujer, que merezca tales títulos? Admirable fue el nombre que utilizó el ángel cuando se presentó a Manoa, el padre de Sansón (Jueces 13:18). Es un título que se explica por sí mismo.
Consejero es el complemento de Admirable, es decir que sería un Admirable Consejero, no necesita del consejo de nadie para regir, pues tiene sabiduría sobrenatural. El título Dios Fuerte reconoce sin lugar a dudas la divinidad del niño ungido y asegura su victoria.
Padre Eterno una descripción apropiada para un Rey de carácter inmutable, será Padre para su pueblo durante la eternidad, se trata del maravilloso cuidado paternal que viene de Cristo. Como Rey heredero del trono de David será un gobernante justo, compasivo y bueno. No habrá sitio donde no se perciba su efectiva y eficaz presencia.
Porque difundirá la paz verdadera en todo su Reino, se le otorga el título de Príncipe de Paz. Finalmente, la paz entre personas y naciones será conseguida de manera estable y perpetua. Como consecuencia de la obra pacificadora se tendrá felicidad, tranquilidad, bienestar y salud, habrá un cese definitivo de todo dolor, enfermedad, aflicción y mal.
El mensaje de esperanza de Isaías se cumplió con el nacimiento del niño sobre cuyo hombro se apoyaría el reino eterno venidero. La encarnación de Jesucristo es un hecho irrefutable, así como su muerte y resurrección. Él vino a liberar al mundo de la esclavitud del pecado, y los que en Él crean no se perderán, serán salvos.
Que las bendiciones del Señor las acompañen.