Él es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto.” Deuteronomio 32:4 RVR1960
Queridos amigos, la rectitud en una persona es un atributo que denota justicia, integridad e imparcialidad en ella.
Cuando el recto falla, se suele atribuir su error a su condición humana, a que no es perfecto y se suele dejar pasar. En contraposición se encuentra Dios cuya rectitud es perfecta, porque Él la sustenta en el perfecto seguimiento de la verdad.
Uno de los principales argumentos que sostienen su inamovible rectitud es su inmutabilidad, Él no cambia.
Por primera vez se denomina a Dios con el apelativo “Roca” en este pasaje. Una roca es sólida, estable, permanente y representa un gran fundamento sobre el cual se puede edificar una firme construcción.
Al decir que Dios es nuestra Roca afirmamos que es un fundamento que no puede ser cambiado, sobre el cual podemos construir nuestro seguro refugio. Podemos confiar, sin lugar a equivocarnos, en que la naturaleza de amor, bondad, misericordia y fidelidad de Dios es inmutable.
Mientras el mundo en que vivimos es volátil, incierto, complejo y ambiguo, Dios es estable, completamente cierto y recto, por tanto es el refugio ideal para transcurrir la vida en un mundo que no para de cambiar.
En Dios no hay maldad, Él es fiel y verdadero. Él no cambia su carácter, ni su estado de ánimo, tampoco cambia de actitud. Sus obras son perfectas y todos sus designios son justos. Jamás trata a nadie de manera injusta y es compasivo con los injustos.
Cuán alejados de tan maravillosos atributos vivían los hijos de Israel, un pueblo escogido por Dios para que le siguiera en obediencia. Israel había cambiado, mientras que Dios se mantenía inmutable. Israel estaba en corrupción, mientras Dios se mantenía en su perfecta integridad.
Israel vivía y actuaba de manera torcida y perversa, mientras Dios estaba libre de toda iniquidad. Todo este cúmulo de situaciones concluyó en el abandono del camino de Dios y el deterioro definitivo de la relación que Dios había iniciado con este privilegiado pueblo.
Israel estaba pagando con la peor moneda el amor que había recibido de Dios, lo hacía demostrando ser un pueblo en sumó desobediente y desagradecido.
En la era cristiana sabemos sobre el amor de Cristo, conocemos sobre su muerte sustituta, sin embargo, nos resistimos y actuamos tal cual el pueblo hebreo en los tiempos de Moisés.
Nuestra necedad no nos permite ver un palmo más allá de nuestras narices, lo cual da lugar a que continuemos viviendo de manera dispar al carácter de Dios.
El Señor quiere primero arrepentimiento de pecado y luego conversión, para que después busquemos vivir en obediencia, anhelantes por emular su rectitud. Podremos contar con Él para que sea nuestra Roca.
Oremos para que ablande nuestros corazones y podamos ser bendecidos con su maravillosa gracia.
Les deseo un lindo y bendecido día.