Jehová, Dios de las venganzas, Dios de las venganzas, muéstrate. Salmos 94:1 RVR1960
Queridos amigos, considero que estaremos de acuerdo en que la maldad se encuentra por doquier, apenas prendemos la radio o el televisor y podemos oír o ver actos de violencia ligados a maldad.
Asesinatos a sangre fría, robos a mano armada, desfalcos a entidades financieras, feminicidios, trata de blancas, violaciones y así sucesivamente una larga lista de actos de impiedad.
Las personas que sufren de esta maldad pasan por momentos desesperados, no quiero imaginar el miedo, que te lleva a temblar y a implorar por piedad.
Algunos dicen que cada vez más se pone peor y la Palabra acompaña a esta percepción, porque está claro que de manera creciente lo malo es llamado bueno y lo bueno es llamado malo, más allá de que los índices de violencia, depravación y maldad son cada vez mayores.
Por tanto, el sufrimiento de las personas también crece, lo cual lleva a que los creyentes pierdan la paciencia con mayor frecuencia, pensando que ya es tiempo de que Dios actúe contra todas las injusticias.
Muchos piden y aseguran que hay una justicia divina, incluso cuando ellos mismos están en pecado, claman por la justicia de Dios. En verdad se trata de una gran contradicción, porque la justicia de Dios no es selectiva con los que le rechazan abiertamente y aquellos que dicen creer en Él. Todos somos sujetos de la ira y justicia de Dios, otra cosa es que Él tenga misericordia y bendiga con su gracia a muchos.
El salmista apela a Dios con gran osadía y de la misma manera podemos hacerlo nosotros. Podemos orar como lo hizo el salmista “Jehová levántate en tu ira, álzate en contra de la furia de mis angustiadores y despierta en favor mío el juicio que mandaste” (Salmos 7:6).
Los que sufren porque están expuestos a maldad se pueden encomendar al Juez todopoderoso y referirse a Él como Dios de las venganzas. Sin embargo, el creyente no debe esperar que Dios obre algún acto que satisfaga su necesidad de desquite, más bien debe ser manso humilde, pacificador y, duro como suene, debe soportar en silencio, encomendándose a las manos del Creador para que Él haga justicia.
El consuelo de los que sufren mal está sustentado en las promesas de Dios, llegará el día en el que los que detuvieron con injusticia la verdad y estuvieron contra Dios y contra su pueblo serán juzgados y castigados.
El mundo está sumido en sus vanos razonamientos, pensando que lo que hace es sabio, sin darse cuenta que vive en vanidad y necedad. Incluso los que se dicen cristianos están centrados en lo qué pueden recibir de Dios y no en lo qué le deben dar.
Hemos perdido nuestro temor de Dios, nuestro sentido de majestad y nuestro asombro por Él. La enfermedad horrible que existe en la iglesia de Cristo, es que no vemos Su grandeza. Es hora de recuperarnos, dejemos de ver a Dios como un viejito agradable que todo lo soporta. Veamos al Omnipotente como un Dios de venganzas, que es majestuoso y dueño de toda justicia.
Por supuesto que Dios es amor, pero su amor no se contrapone cuando debe hacer justicia. Vivamos con temor y temblor ante este infinito y todopoderoso Dios, a quien debemos glorificar y alabar.
Les deseo un día muy bendecido.