Yo no quiero la muerte de nadie. ¡Conviértanse, y vivirán! Lo afirma el Señor omnipotente. Ezequiel 18:32 NVI
Queridos amigos, ya llegan las fiestas de fin de año y con ellas el año nuevo, momento en el cual muchos se proponen realizar cambios en sus vidas, y realizan promesas, además de hacer votos, que, en la mayoría de los casos, para fines de enero ya están quedando en el olvido. Y lo más divertido, que todo esto se suscita año tras año.
Está en la naturaleza humana que así suceda, pocos son los que tienen riendas férreas sobre sus vidas y hacen lo que se proponen. En el ámbito espiritual el hombre natural no tiene ninguna opción o posibilidad de actuar, sin la obra de Dios de por medio, nada puede lograr.
Para caminar junto con Dios se requiere un cambio radical de forma de vida. Con el tipo de vida común y corriente del hombre, incluso con una vida de retiro y de bondad exterior, no es posible acercarse a Dios, pues la Biblia enseña que el hombre está muerto en delitos y pecados (Efesios 2:1), por tanto, necesita despertar a una vida nueva espiritual.
El Espíritu Santo es quien regenera espiritualmente llevando al hombre natural a convertirse en espiritual. Observemos que es obra de Dios sobre el humano, no es algo que el hombre pueda hacer por cuenta propia.
Miren lo hermoso de las palabras del salmista en el Salmo 51:10-12: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.” Le está pidiendo a Dios que pueda crear en él, porque sabe que solo está en manos de Dios el hacerlo.
El Señor juzgará a cada uno según el camino que haya recorrido. Sin Dios, o con Dios a medias, que en realidad equivale a estar sin Él, el camino que se recorre es de tinieblas, aunque existan destellos de una posible luz en él, por los supuestos actos de justicia y/o bondad que cada individuo pueda tener. El problema está en que no hay justo ni siquiera uno (Romanos 3:10), no hay quien haga lo bueno (Romanos 3:12), entonces de qué actos de justicia y bondad podríamos hablar?
Desde esa perspectiva es imprescindible arrepentirse y convertirse para que nuestros actos de injusticia y de maldad, es decir pecados, sean borrados, de esa manera vendrán de la presencia del Señor tiempos de refrigerio (Hechos 3:19).
Dios no quiere la muerte espiritual de nadie, dicha muerte representa pasar la eternidad en el infierno. El impío puede vivir feliz sin Dios, pasársela bien en este mundo y hasta morir satisfecho con una sonrisa en los labios, pero un momentito en el infierno hará, que olvide todo lo “bueno y fantástico” que vivió en esta tierra.
La amonestación está dirigida a que obremos lo que está en nuestras manos hacer, para todo aquello que está alejado de nuestro poder hay que orar, pidamos por todo lo que no podemos.
Creamos en Jesucristo como nuestro Señor y salvador, y si ya lo hemos hecho, sigamos las palabras del apóstol Pablo: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:22-24)
Les deseo un día muy bendecido.