Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. Daniel 9:8 RVR1960
Queridos amigos, cuando alguien nos coge in fraganti en una acción censurable solemos decir “que quemada” para expresar la sensación de ardor en la cara por el rubor que produce tal hecho.
También cuando te cogen con el “chanchullo” o “chuleta” durante un examen suele ser una tremenda “asada”, porque demuestra que no te preparaste, lo cual es malo de por sí, y que además, estás dispuesto a realizar algo deshonesto con tal de conseguir tu objetivo.
Estas situaciones se dan cuando una o más personas observan la falta, infracción o transgresión, lo cual conlleva a que el transgresor sea pillado en flagrante acto, es decir que sea visto justo cuando está consumando lo indebido.
Desde la perspectiva espiritual la situación cambia, porque la transgresión llamada pecado en muchos casos no se ve, y cuando se ve, en variados casos, se comparte. No conozco a nadie, hasta ahora, que haya dicho “que quemada” ante Dios por la transgresión de mi divorcio, o me siento avergonzado ante mi Creador por la cruda de anoche.
Ejemplos no faltan, el punto está en reconocer el propio pecado para luego arrepentirse. Y lamentablemente el reconocer y arrepentirse de verdad del pecado no es de hidalgos, pues no está en la naturaleza humana el poder para arrepentirse genuinamente de los pecados.
Sin la intervención divina el arrepentimiento verdadero es imposible para el hombre natural. Es imprescindible la obra de regeneración espiritual que realiza el Espíritu Santo sobre quienes creen en Jesucristo como su Señor y salvador. A partir de un espíritu regenerado el mismo Espíritu Santo convence de pecado al alma pecadora humana.
Sin convicción o convencimiento de pecado no puede existir arrepentimiento genuino, que no significa otra cosa que un cambio radical de vida. A partir de ese punto se puede hablar de una real confusión de rostro en el pecador, que entre otras ya ha sido perdonado por la obra de cruz de su Señor Jesucristo.
La confusión de rostro genuina se da cuando se admite el peso de los propios pecados ante Dios y se reconoce la condición de ser caído, pecador y agresivo contra la santidad del Padre. Entonces no se sabe adónde mirar, lo mejor sería ser tragado por la tierra por la vergüenza, pero la misericordia, la gracia y la bondad de Dios son tan grandes, que el pecador sabe, porque Dios se lo hace saber, que está perdonado y que no mira más sus pecados.
El hombre natural no conoce la luz del Señor Jesucristo, por tanto, está acostumbrado a caminar en tinieblas. Cuando caminas a oscuras siempre estás expuesto a tropezar, y eso es lo que ocurre en la vida del humano dentro de su naturaleza caída sin Dios. Cuando a pesar de tener ojos no puedes ver (espiritualmente) estás acostumbrado a las condiciones, a la situación, y casi todo, te parece normal.
Es normal que los políticos sean deshonestos, es normal escuchar bocinazos e insultos en la calle, es normal el maltrato entre congéneres, en estos tiempos es normal el abuso de los hijos hacia los padres, es cada vez más normal la homosexualidad, el adulterio, la fornicación, el pecado es normal. Por lo tanto, la confusión de rostro se podría dar, pero por cualquier otro motivo, como ser la vergüenza de ser pillado in fraganti.
Como pensamiento de cierre, la confusión de rostro se puede evitar cuando el punto de partida es bueno. El nuevo nacimiento es el punto de partida perfecto para comenzar el camino en santidad, que no es otra cosa que vivir con Cristo, en Cristo y para Cristo, haciendo lo que Él manda, para pasar de bueno a mejor y terminar en óptimo en el reino de Dios.
A partir de dicho punto todo lo que se veía normal deja de serlo para ser llamado por el nombre que corresponde y evitarlo, aunque sea lícito, porque no conviene.
Les deseo un día muy bendecido.