No os apartéis en pos de vanidades que no aprovechan ni libran, porque son vanidades. 1 Samuel 12:21 RVR1960
Queridos amigos, a través de la lectura del Antiguo Testamento, observamos que la gente perteneciente al pueblo escogido de Dios, es decir, los hebreos, en su gran mayoría no tenían nada de especial en cuanto a espiritualidad.
Eran tan pecadores como los paganos que los rodeaban. ¿Entonces por qué Dios escogió a Israel como “su pueblo”? Su pecado hacía que no se merecieran ser elegidos, pero Dios en su soberanía decidió que ellos serían el medio por el cual el Señor bendijera a la humanidad cuando el Cristo llegara.
A pesar de su condición de desobediencia constante, Dios había decidido no abandonar a su pueblo. Pero ante el cúmulo de pecados era necesario disciplinarlos con castigos para conducirlos a la línea de la verdad y la justicia.
En Israel habían hombres probos tocados por Dios, uno de ellos fue Samuel. Su vida fue de rectitud y entrega a su Señor, tenía su corazón puesto en Dios, por lo tanto, su oración manaba como un manantial de aguas puras. Es por eso que Samuel es uno de los ejemplos más sobresalientes de oración de sus tiempos. Él nunca dejó de orar por su pueblo.
Samuel exhortaba al pueblo pidiéndole que no se apartara de Dios por andar detrás de vanidades, que de nada aprovechan y tampoco libran, porque son solo cosas vanas, vacías, fatuas, intrascendentes. Existen las vanidades como los ídolos, que conducen a creer en algo inexistente y sin sentido. También están las vanidades mundanas como las ansias de riqueza, lujo, fama y poder, que no tienen trascendencia alguna y que sólo conducen a presunción infundada y ridícula. Y las vanidades sin lugar a dudas consiguen apartar a las personas de Dios.
El problema está en discernir qué es vanidad y cuánto afecta a la vida de las personas como para alejarlas de Dios. La Biblia describe ampliamente las cosas del mundo (vanidades), que hacen que el hombre se aparte de Dios. Por eso es tan importante leer la Palabra escrita.
Pero la oración es un complemento imprescindible a la lectura de las Escrituras. La lectura es la manera que Dios ha establecido para que oigamos su voz y la oración es el medio por el cual Dios nos oye. La oración es la ayuda idónea para que el hombre se aparte del pecado y reafirme su relación con Dios, es un escudo para el alma, porque ayuda a proteger de los embates de Satanás.
La oración dedicada es un sacrificio para Dios, pues se deja de lado otras cosas a fin de dedicarle tiempo al Señor. Algunos pueden describir a la oración como algo que no funciona, porque no tienen ojos para ver la obra del Dios invisible. Otros pueden pensar que se trata de un ejercicio de autosugestión, que según la metafísica podría funcionar. Otros, que podrían ser los seguidores de la psicología moderna, afirman que la oración es un medio de algunos para racionalizar las cosas, y así sucesivamente.
La oración es el acto más sencillo posible, que nada tiene que ver con las complicaciones y sofisticaciones del mundo. Cualquiera puede orar, no importa si habla correctamente o si usa la terminología adecuada. Dios escucha a todos los que se le acercan con corazón humilde y sincero.
Usemos la oración para alejarnos de vanidades, pidiendo ser liberados de las tentaciones, para encaminarnos en la senda estrecha, alejándonos de pecado, apuntando hacia la obediencia para conseguir un corazón cada vez más conforme al corazón de Dios.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.