Más evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad. 2 Timoteo 2:16 RVR1960
Queridos amigos, el término “profano” en estos tiempos parece tener un áurea de antigüedad, pues se lo relaciona con ritos y costumbres arcaicos y obsoletos.
Decir que algo es profano suena extraño y exagerado. En alguna ocasión escuché la forma sarcástica en que se utilizaba la palabra para denotar que el pecado en cuestión no era nada grave: “te pasaste de profano, ja ja ja…”, mientras el zopenco (yo) defensor de lo sagrado los miraba con rabia santa, después opté por la misericordia.
Lo profano no demuestra el respeto debido a lo sagrado, es lo que agrede y ofende a lo sagrado. Lo profano pertenece al mundo alejado de Dios y lo sagrado desciende de lo alto, proviene del Reino de los Cielos, por tanto, lo profano representa toda oposición a lo sagrado.
Lo profano se refleja en la manera de vivir, de pensar, de expresarse y de actuar de las personas sin Dios, que además creen ser sabias. Su conducta común no demuestra en sus obras la sana mansedumbre que Dios pide, más bien el corazón del hombre natural está plagado de celos amargos y contención. Eso es jactancia y mentira contra la Verdad, nada de eso desciende de lo alto, es más bien terrenal, animal y diabólico (Santiago 3:13-15).
Por otro lado está el vocablo “vano”, que significa sin contenido ni sustancia, es algo hueco, vacío y sin solidez. Es una alusión a lo inservible e inútil.
Ante este mandato del apóstol Pablo casi la totalidad de los medios masivos de comunicación quedarían en silencio, pues lo que generalmente difunden no son otra cosa que noticias, comentarios y charlas vanas y profanas.
Desde la perspectiva espiritual son medios insensatos que corren hacía la impiedad. Y quienes los siguen los acompañan en su carrera hacia el desastre.
Más allá de la crítica a los medios es pertinente hablar de las almas de aquellos que en pro del progreso del mundo progresan al revés, yendo a favor de toda impiedad. Definitivamente no evitan ni lo profano ni lo vano, y cuanto más hablan más se alejan de la piedad, es decir de Dios.
El Señor no está en contra de que la gente converse sobre los avatares de la vida, sobre cuestiones personales o sobre los sucesos del diario vivir. Pero si el foco y concentración de nuestras conversaciones, por ejemplo, son la moda y la farándula, el fútbol y los deportes, y para los más “intelectuales”, la política y economía, entonces nos estamos alejando de lo trascendental. Ahí nace la afirmación sarcástica: “seguro que quieres que me la pase hablando de Dios todo el día”.
El centro de la vida de todos debe ser Jesucristo. Dios creó a la humanidad entera para que viva para su gloria, pero el hombre natural no hace nada para glorificar a Dios, porque desconoce el motivo de su creación, y si se lo damos a conocer, lo rechaza como si fuese algo ridículo y exagerado. Ni aún con lo que nada cuesta, los pensamientos y las palabras, se ocupa de agradar a su Creador.
Solemos ocuparnos en discusiones generalmente vanas, que normalmente atraviesan el umbral de lo sagrado por su contenido profano. En muchas ocasiones terminamos disgustados y en desacuerdo con otras personas, sumando de esa manera puntos a la cuenta que con seguridad estaremos obligados a pagar, si no nos arrepentimos y convertimos para empezar a vivir para la gloria de Dios.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.