Semejantes a ellos son los que los hacen, Y cualquiera que confía en ellos. Salmos 115:8 RVR1960
Queridos amigos, lo que uno pone en lugar preponderante en su vida presente, tiene plena influencia sobre el desarrollo futuro de las cosas, que un vivirá.
La cruda realidad es que, con dolor, veo en muchos lugares imágenes y estatuillas, y personas enfocadas en sus objetivos materiales; cuando uno lee la Biblia podría pensar que los ídolos son parte de la antigüedad, sin embargo, están tan vigentes ahora como antes.
Hace poco viví una anécdota con unos amigos queridos. Resulta que uno de ellos nos mostró un libro escrito por la madre Teresa de Calcuta con una dedicatoria plasmada por su puño y letra. Me di cuenta que una de las personas presentes estaba percibiendo el librito como objeto de adoración, porque su espontánea y emocionada sugerencia fue la de poner el impreso en una vitrina y cuidarlo como reliquia.
Muchos no pueden adorar al Dios invisible sin tener que figurarlo de alguna manera, yendo en contra del mandamiento de Dios (Éxodo 20:4-6). Lo triste es que se envanecen con lo que ven, pero lo invisible e intangible no les llama la atención. En la naturaleza caída del hombre existe una fuerza hacia lo tangible, porque busca con ahínco lo material, las posesiones, el dinero, una posición, el poder, etc. La posición y el poder no son tangibles, pero cómo se sienten y se ven, ¿verdad?
El término ídolo procede del latín “idolum” y éste del griego “eidolon”, que se entiende como la imagen, el reflejo sin realidad. Al no tener realidad tampoco tiene valor, por lo tanto, es vano, y adorar a cualquier ídolo resulta ser vanidad (Jeremías 2:5).
Lo que se adora tiene una influencia poderosa en la esencia de las personas, en su carácter, en su seguridad y sentimientos, en su actitud, en su ética y moral, y finalmente en las decisiones que vayan a tomar.
Hay quienes entregan su vida entera a la meta de obtener objetos materiales, a éstos se los puede catalogar como necios y vacíos, tal cual son sus propios ídolos. En tanto que hay otros que entregan su devoción a imágenes hechas por hombres para invocarles a fin de hacerles pedidos de orden terrenal, que si salud, que si bien estar, que si estabilidad y así sucesivamente. Dejo al criterio del lector, si describir a estas otras personas como también necias y vanas es aplicable.
Por supuesto que es atractivo tener un ídolo para poder pedírselo todo sin ofrecerle nada a cambio. El problema se suscita cuando estos ídolos son desnudados para descubrir que no oyen, no ven y tampoco entienden. Y que la falta de entendimiento, sordera y ceguera también se encuentran en el corazón de quienes los adoran.
Extraordinaria es la claridad con la que el profeta Isaías describe al carpintero que corta cedros y de la misma madera hace leña para cocinar y calentarse, y también esculpe un dios del sobrante y se postra delante de él para adorarle y rogarle por dádivas (Isaías 44:9-20).
Para dejar de ser necio, vacío, vano, sordo, ciego, falto de entendimiento es necesario conocer al Dios verdadero, al dueño y creador de todas las cosas. Solo el inconmensurable poder del Señor eterno puede cambiar los corazones de piedra en corazones de carne, haciéndose efectivo este poder a través de la obra redentora de Cristo Jesús.
Sin arrepentimiento y conversión es imposible dejar la naturaleza caída del hombre natural, aceptar a Jesucristo como Señor y salvador es la solución. El Padre celestial es quien nos dará lo que necesitemos, la mayor parte de las veces sin que se lo pidamos, porque al final ni siquiera sabemos pedir como conviene.
Les deseo un día muy bendecido.