Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro. Deuteronomio 4:39 RVR1960
Queridos amigos, nuestra naturaleza caída nos desvía la mirada de lo verdadero.
Nuestra mirada se dirige a todas partes menos a ver al Dios vivo. En vez de buscar Su guía para dejarnos conducir por el camino correcto, nos vamos por los recovecos confiando en nuestros propios juicios y apelando al juicio de otros.
Confiamos en los consejos de los amigos y familiares, nos guiamos por el pronóstico de los médicos, creemos lo que vemos en las noticias, no dudamos cuando un entendido financista nos asesora. Al parecer por ser todos estos casos muy del mundo no buscamos el consejo de Dios, menos reconocemos su autoridad sobre todos los ámbitos de la vida.
No quiero decir que los médicos, comunicadores o banqueros serán sustituidos por Dios en sus funciones. El mensaje es que hay que poner a Dios primero, buscar su consejo podría ser por ejemplo analizar una situación específica a la luz de las Escrituras y orar por Su consejo, antes de tomar decisiones y acciones por mano propia.
Dios es único y está en todas partes, no hay otro más que Él. Ni Buda ni Alá son sus pares, menos son sus sustitutos. Jehová es Dios sobre todas las cosas y si los dioses inexistentes existiesen estarían obligados a inclinarse ante la majestuosidad del Dios de la Biblia.
La Palabra enseña que Jehová es Dios celoso y que demanda adoración exclusiva. Debemos ser consecuentes y tratar a Dios como Dios, alejándonos de todos los elementos que puedan distraernos de nuestra exclusiva orientación y atención al Señor de señores y Rey de reyes.
Estamos llamados a reflexionar en el corazón, que Jehová es Dios. Esa reflexión nos debe llevar a analizar toda la influencia que Dios puede tener en nuestras vidas y como hubiera sido nuestro devenir sin Su presencia. Del corazón debe salir todo lo que hagamos por Dios y en Su nombre, ya sea la evangelización o nuestra adoración por Él, debemos mostrar nuestra devoción genuina sustentada por la fe y la gracia.
¿Qué podemos nosotros ofrecer a Dios? La verdad es que no podemos darle nada, Él es dueño de todo y nada necesita de nosotros. Al reconocer que nada le podemos dar, vemos también que nada somos ante sus ojos, hasta que Él nos bendice con Su gracia y genera un cambio radical en nuestras vidas. A partir de que somos nacidos de nuevo pasamos de ser sus criaturas a ser sus hijos, quienes le pueden agradar con su adoración, devoción, dedicación y ante todo obediencia.
Por su gracia y misericordia Él nos salva de la esclavitud del pecado y nos permite empezar a vivir alejados de él, no obstante tanta bendición el mundo en el que vivimos no cambia y continúa con su ritmo de perdición, donde sigue habiendo dolor, penas, sufrimiento, enfermedades, riñas, contiendas, engaño y mucho más.
Es menester de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, mantenerse firme en obediencia y guardarse de caer en tentación, viviendo alejados del mundo y luchando contra la carne, apoyándonos los unos a los otros. Los creyentes hemos aprendido que Dios es el único Dios viviente y verdadero, por tanto no solo no debemos olvidarlo, sino que debemos manifestar máximo celo ante la duda.
Les deseo muchas bendiciones de gozo y paz.