Te exaltaré, mi Dios, mi Rey, Y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre. Cada día te bendeciré, Y alabaré tu nombre eternamente y para siempre. Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; Y su grandeza es inescrutable. Salmos 145:1-3 RVR1960
Queridos amigos, una de las cosas que no pueden ser comprendidas menos averiguadas ni por el hombre ni por nadie en absoluto es la grandeza de Dios.
La grandeza de Dios es tan inconmensurable para nuestras mentes como pensar en la dimensión de lo infinito y de lo eterno, es decir imposible de medir o de valorar en su dimensión.
Con lo anterior podemos hacernos una idea del poder y magnificencia del omnipresente, omnipotente y omnisciente Dios de la Biblia. Es omnipresente porque se encuentra en todas partes, omnipotente porque todo lo puede y omnisciente porque todo lo sabe.
Cuan maravillosos atributos para un ser que a pesar de su grandeza pone sus ojos en nosotros.
Exaltarle significa concederle el mayor honor posible, darle a Él toda la grandeza, resaltando sus obras maravillosas. Bendecir bíblicamente tiene dos acepciones Berakah en hebreo del Antiguo Testamento se traduce como transferir el poder de Dios, en este caso nuestra bendición está vinculada al mismo poder que viene de Él, lo cual confirma que todo es de Dios y para su gloria.
El otro significado deriva del griego Eulogeo y se encuentra en el Nuevo Testamento, de donde también deriva el término elogiar, que significa hablar bien (de alguien).
Cuando bendecimos a Dios además de decir bien de Él también le deseamos el máximo bien posible por la eternidad.
Alabar significa elogiar, resaltar los maravillosos atributos de Dios. En este caso el salmista quiere exaltar, bendecir y alabar el nombre de Jehová el Dios todopoderoso del universo. El único digno de suprema alabanza es Dios. Alabémosle ahora y siempre, que su nombre esté grabado en nuestras mentes y corazones ahora y en la eternidad.
Que Dios nos permita anhelar en nuestros corazones vivir alabándole. Que tengan un bonito día.