Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí. Jeremías 32:40 RVR1960
Queridos amigos, el mundo tiene un dicho para ayudar en la toma de decisiones “sigue a tu corazón”.
Un concepto muy ligado al dicho anterior es la idea de dejar que tus sueños despierten, porque es necesario amar lo que haces para poder disfrutarlo. Hasta aquí todo suena muy simpático, qué pasa si nos adentramos en la Palabra y llegamos al pasaje donde dice que el corazón es engañoso?
El profeta Jeremías describe de manera contundente la condición del corazón del hombre natural: “El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso. ¿Quién realmente sabe qué tan malo es?” (Jeremías 17:9).
Concluimos que seguir al corazón había sido muy poco coherente desde la perspectiva de Dios. La decisión de seguir al corazón en el sentido del mundo está vinculada principalmente a decisiones egoístas que se relacionan con el bienestar, el éxito, las satisfacciones, buscando un supuesto equilibrio para ser feliz.
Vemos que el corazón es engañoso porque hace que las personas que toman decisiones en función a su corazón son guiadas por sentimientos de la carne y también son influenciados por el pensamiento del mundo.
El apóstol Pablo es muy duro, pero absolutamente realista, cuando expresa en Romanos 1:21 que todos los humanos sin excepción tenemos un corazón entenebrecido por el pecado que mora en nosotros.
Para Pablo el dicho “sigue a tu corazón” sería sin duda un despropósito, porque con tal pensamiento nos envanecemos en nuestros razonamientos humanos y pensando que obramos con sabiduría no hacemos otra cosa que volvernos necios.
Para el hombre natural estas palabras son prácticamente locura, porque tiene su confianza puesta en la razón, la lógica y el conocimiento científico, considerándose sabio al aplicar estos parámetros en su vida.
Nos encontramos ante una situación crítica que sólo Dios puede mejorar, toda decisión que podamos tomar, con el corazón o sin él, tendrá repercusiones en el mundo y dentro de esta vida. Para los que no conocen o no quieren conocer más, es probable que sea suficiente, sin embargo, hay muchísimo más por delante, para unos nefasto y para otros glorioso.
La intervención de Dios cambiando el corazón de las personas para que le teman, es decir para que le reverencien y le sean obedientes, implica también un cambio del rumbo a seguir, es decir un giro radical de la forma de vivir, así como del destino final después de la muerte física.
Cuando esto es suscitado por Dios, otra de las maravillosas consecuencias es que podemos mantenernos a su lado sin alejarnos más.
Para que esto sea posible y efectivo la presencia de Jesucristo dentro de la ecuación se hace imprescindible, primero está su encarnación haciéndose hombre siendo Dios y luego su expiación en la cruz para pagar por los pecados de los muchos que en Él creen.
Dios acepta como válido el sacrificio sustitutivo realizado por el Hijo y justifica al pecador, cuyo espíritu es regenerado por el Espíritu Santo, recibiendo también en ese mismo momento un corazón renovado para una vida nueva. De esa manera Dios cumple con su promesa de no dejar atrás a su pueblo.
Les deseo un día muy bendecido.