Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra. Deuteronomio 15:11 RVR1960
Queridos amigos, muchos se esfuerzan por luchar sistemáticamente contra la pobreza.
La lucha contra la pobreza suele ser una bandera de los candidatos al gobierno en los países pobres, y los resultados obtenidos, cuando son favorables, se usan para afianzar su posición política. Es por lo visto un tema central para muchos, porque muchos viven en pobreza o al borde de ella.
Se habla de los países que lograron elevar sus índices de riqueza, disminuyendo de forma considerable el número de pobres. Se dice que son países de gente trabajadora, disciplinada y ordenada, pues esa sería la raíz de su éxito, y que los países pobres se mantienen en su pobreza porque trabajan poco, son desordenados e indisciplinados, es decir serían pobres por su propia culpa.
Abordando el tema de la pobreza desde una perspectiva menos global o nacional, observamos situaciones tales como las de gente pidiendo limosna en un semáforo, se los ve sanos y fuertes y uno se pregunta, si no pueden trabajar para ganar dignamente su sustento. La respuesta suele ser: sí pueden, pero los peros no faltan, pues podría ser que no encuentran trabajo o que simplemente no quieren trabajar, porque los ingresos que consiguen les son suficientes.
El razonamiento lógico del común de las personas es que si no encuentran trabajo, está bien darles una limosna, pero si no quieren trabajar, se estaría fomentando su flojera. Me pregunto cuán agradable será estar expuesto a los gases y ruidos de los vehículos, además de las inclemencias del clima, y si no es trabajoso pasarse horas estirando la mano, mellando la propia dignidad.
Existen muchos motivos para la existencia de la pobreza, y se puede luchar contra ellos, sin embargo, Moises dijo que no faltarán menesterosos, es decir personas que no tienen lo necesario para vivir o lo tienen con escasez. El Señor Jesucristo también afirmó que a los pobres siempre los tendremos entre nosotros (Marcos 14:7). Entonces, ¿se podría deducir que la pobreza está dentro del plan de Dios?
Dios dentro de su gracia común ha puesto todo lo necesario para que nadie pase hambre o frío en esta tierra, siempre y cuando haga lo necesario. Además, la Palabra es explícita al decir: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma (Tesalonicenses 3:10). Por lo tanto, no se puede aseverar que Dios habría planificado la existencia de los pobres.
El problema radica en los corazones de las personas y en cuánto anhelan cumplir los preceptos de Dios, independientemente de la existencia de flojos, vividores y aprovechadores. La obediencia a los mandamientos de Dios hace posible una sociedad libre de pobreza.
Observamos que el pecado es el factor principal para que la distribución de las riquezas sea desproporcionada. Pues cuánto menos se cumplen los mandamientos, mas alejado se está de dejar de tener menesterosos.
Recordemos las palabras de Jesús: Les aseguro que difícilmente un rico entrará al Reino de los Cielos (Mateo 19: 23-30). No dice que los ricos tienen vetado el ingreso, sino que la disposición de su corazón no les ayuda para nada. El ejemplo extremo es el de los ricos, pero el corazón de los menos ricos tampoco suele estar muy predispuesto a dar con liberalidad.
El argumento generalmente utilizado para no dar es el de que ellos son los culpables de su pobreza. Pero si incluso así fuera, no debemos cerrar nuestros corazones y manos para no dar. Es fácil inventar excusas para no dar al pobre, pero el deber cristiano es dar sin importar las causas de su condición de pobre. El cristiano debe dar con liberalidad a los necesitados.
Un corazón que genera pensamientos para no dar, es un corazón malo, especialmente cuando va en contra de las leyes de Dios. Los israelitas debían perdonar las deudas en el año de remisión, es decir que Dios los obligaba a hacerlo, lo cual condujo a que se negaran a dar préstamos para no tener que perdonarlos. Su comportamiento era el de simples y llanos seres caídos, a pesar de pertenecer al pueblo escogido.
Sería terrible que un pobre a quien hemos ignorado clame por justicia a Dios contra nosotros. ¿Cuántas veces nos hemos visto obligados por las circunstancias a dar con un corazón que no quería dar? Es fácil quejarse ante un acto de bondad “obligada”, pero el bien que se hace debería ser suficiente para llenar el corazón de gozo.
Los creyentes podemos creer en la providencia de Dios y dar con el corazón gozoso, porque el Creador ama al dador alegre (2 Corintios 9:7)
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.