Un siervo que sabe lo que su amo quiere, pero no se prepara ni cumple las instrucciones, será severamente castigado.” Lucas 12:47 NTV
Queridos amigos, antes de nada, hemos de preguntarnos si somos siervos del Señor Jesucristo y si todos los humanos son siervos de Jesucristo.
Dios es el creador de todo y de todos, su Hijo Jesucristo es también Dios y es el Verbo a través del cual todo fue hecho, el habló y se hizo (Juan 1:1-14). Por lo tanto, Dios es Dios de todos, crean en Él o no y Jesucristo es el Señor también de todos, quieran o no. Es por ello que llegado el momento todos doblarán rodillas ante Él reconociendo su Majestad y Señorío (Romanos 14:11).
En ese sentido todos deben someterse a la soberanía de Dios. Pero solamente quienes inician una relación personal con Cristo Jesús están dispuestos a someterse a su señorío, reconociéndose como sus siervos, el resto se mantiene en rebeldía, porque no está dispuesto a hacer lo que Dios manda.
Todo siervo es llamado a vivir en sumisa humildad sirviendo a su señor. El buen siervo del Señor hace todo lo que le es ordenado, y aún así su humildad debe llevarlo a afirmar, que es un siervo inútil, pues pudo hacer más de lo que le ordenaron (Lucas 17:7-10).
El hombre natural en principio desea servirse a sí mismo, por más sentido de servicio que tenga hacia los demás. Esa es parte de su naturaleza (pecaminosa), que lo lleva a ser centrado en sí mismo. Existen ejemplos de personas no cristianas que entregan y entregaron sus vidas en gran manera al servicio del prójimo, pero no representan la regla. Es por eso que se trata de vidas ejemplares para el mundo.
El hombre de espíritu regenerado cambia su orientación hacia sí mismo para pensar cada vez más en lo que Dios quiere, porque anhela servir a su Señor. Quiere servirlo desde lo más profundo de su corazón, es un anhelo constante gracias al amor que siente por Él.
Pero a pesar de ser regenerado en espíritu, es decir haber nacido de nuevo, la condición carnal permanece en el hombre espiritual. A causa de ello Pablo escribió: Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mi. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mi. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado (Romanos 7:19-25).
El servir a Jesucristo no está relacionado con fuerza y violencia, tampoco existe alguna presión para hacerlo. Todo lo que obra el Espíritu Santo es pacífico, puro y amable; Él obra a través del poder del convencimiento, por ejemplo convence al pecador de sus pecados, lo cual lleva a un estado de tristeza y dolor, que con el arrepentimiento se convierte en gozo y paz. Cada creyente escoge libremente servir a su Señor, sin amenazas ni presiones.
No tomar en serio la Palabra es un grave error, porque conduce a desobediencia, a juicio y castigo. Todos tienen suficiente inteligencia y discernimiento como para no darse cuenta de que hacen cosas malas y desprecian cosas buenas. Entonces no tienen excusa en su pecado.
Ahora bien, en la segunda venida del Señor Jesucristo las ovejas serán separadas de los cabritos, y todos los malos siervos serán castigados severamente. Ese es el sentido literal del pasaje, que nos ocupa, pero en el sentido más amplio se refiere al servicio que cada siervo de Jesucristo debe brindarle a su Señor. Debemos leer las Escrituras para saber cómo servir cada vez mejor a nuestro Señor y debemos estar preparados para rendirle cuentas.
El siervo preparado será premiado y alabado. Por eso es necesario estar atentos sin desenfocarse del objetivo. En la Biblia se nos dice en varios pasajes, que debemos velar (Mateo 24:42, Mateo 26:41, 1 Corintios 16:13, 1 Corintios 15:34, 1 Pedro 4:7, 1 Pedro 5:8).
Bueno es que no nos sorprenda el fin del día con nuestro trabajo sin terminar. Seamos siervos fieles y obedientes.
Les deseo Un día muy bendecido. “Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.